EXCESOS Y CARENCIAS

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La ONU ha tocado la bocina, y Europa la secunda. Tiramos demasiada comida a la basura, y ese excedente contribuye al calentamiento global. Estamos jugando con fuego, y nunca mejor dicho. Un 10% del efecto invernadero supone esto. Francia ha sido el primer país pionero en tomar medidas: leyes, normas, sanciones, iniciativas, campañas de concienciación… Aquí, en España, cada año tiramos a los contenedores 1.400 millones de kilos de alimentos (comprados elaborados, no de elaboración doméstica). Un desperdicio alimentario bestial, por cierto.

            Pero hay otra cosa peor que la degradación ambiental, y es la degradación humana. Cuando escribo esta crónica rápida aún hay 140 seres humanos en un barco en medio del Mediterráneo, que ningún gobierno quiere acoger, y que no tienen qué llevarse a la boca. También hay muchos países-patera donde la gente se muere literalmente de hambre. Incluso dentro de nuestras confortables fronteras tenemos a miles de familias en pobreza extrema y decenas de miles de niños que apenas si hacen una comida al día. Sí… no se atraganten, más del 30% de la población roza ese riesgo…

            Así que si esto de tirar lo que tiramos no es un acto cruel de inhumanidad cuando tenemos la pobreza y la falta que existe a nuestro alrededor, ya me dirán ustedes entonces lo que es. Nuestra conciencia está abotargada por el consumo y la fiesta, o, simplemente, es que no tenemos conciencia. Cada día que pasa, un poquico menos de conciencia… Una sociedad que prefiere tirar miles de toneladas de comestibles a la basura estando rodeada y trufada ella misma de personas con necesidad, que no tienen qué echarse a la boca, ni pueden alimentar a sus hijos, es una sociedad enferma. Enferma de egoísmo, hedonismo y unos cuantos ísmos más. Es un comportamiento sin justificación moral alguna.

            Bueno… lo cierto es que está explicado en un solo y único motivo: el consumismo. Se nos impulsa al consumo desaforado porque así justificamos una producción masiva que se justifica a su vez en beneficios fabulosos para una industria alimentaria. Y ese interés pasa por el inícuo principio que es mejor tirar los excedentes antes de bajar los precios. Así que o tira usted cada día a la basura el sobrante de lo que compra, o nos deshacemos nosotros de ello antes de que llegue a las estanterías. En este caso, supone un principio económico criminal, cuando tantos seres humanos no los pueden adquirir para poder sobrevivir…

            Para romper este abominable circulo vicioso solo habría que cambiar de hábitos: consumir solo lo estrictamente necesario y comprar únicamente aquello que vamos a consumir. Con eso obtendríamos dos grandes beneficios, a saber: economía y ahorro doméstico, y reducción del calentamiento global del planeta. Y un muy posible tercer efecto solidario: forzar a las cadenas y multinacionales a ceder los excedentes a aquellos que los necesitan, antes que destruirlos.

            Las recogidas de alimentos en las campañas navideñas ante las puertas de los supermercados se basa en el reconocimiento subconsciente de ese mismo pecado social. Así que compro un poco más para donarlo en compensación con lo que tiro, y cumplo con mi conciencia solidaria. Con eso apenas solucionamos el hambre de esos días, tan hipócritamente señalados, con ese prójimo nuestro, y seguimos comprando más de lo necesario. Si pagáramos un diezmo por lo que tiramos, no tendrían que existir las ong´s ni las campañas de concienciación. Cubriría las necesidades del mundo en materia de alimentos, pero necesitamos organizaciones que certifiquen lo buenos que somos, a fin de que no nos remuerda la conciencia tirar a la basura por acaparar lo que no necesitamos.

            Así se mueve el consumo, y de esa forma el consumo nos mueve a nosotros. Y así se mueve el interés. Pero la solidaridad no es lo nuestro, aunque nos creamos solidarios. No señor, no es así, no lo es…

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