EXPERIENCIAS
- Por miguel-galindo
- El 28/04/2022
En días pasados me llamó Ascensión Méndez, la presidenta de la Asociación Prometeo… Se inauguraba la ampliación de sus instalaciones, e insistió en que no faltase al acto… “al fin y al cabo, eres uno de sus fundadores”, insistió para convencerme de que debía estar allí. Naturalmente – pensé – estas cosas, en cierta manera, son consecuencia de unos hechos que pusimos en marcha unos pocos, y entonces forma parte de mi responsabilidad, me dije para igual tratar de convencerme a mí mismo, abandonar mi retiro, y forzarme a asistir…
Allí me encontré con dos viejos amigos de equipo y supervivientes de la época: Pedro Jiménez y Manolo León, y nos congratulamos mutuamente recordando los primigenios rudimentos de lo que hoy es un referente sólido en su campo. “Se hacen más cosas con voluntad que con medios”, me susurró Pedro en un aparte. Y así es, efectivamente. Pienso en cómo se dotó de unos medios, y cómo incorporé unos moldes para fundir figuras de Belén, y de qué intríngulis nos valimos para que su maestro artesano, el tío Antonio, desde su huerta murciana aceptara y adoptara la causa como suya… y aún me cuesta trabajo creerlo. De qué forma tan rocambolesca se logró todo aquello…
Todo esté ligado, entrañablemente además, a la genética de mi propia historia, y eso ya resulta inevitable. Cuando uno trabajó la raíz, la planta nace con algo tuyo, y hoy se ve el frondoso árbol en que se ha convertido, y sus excelentes frutos, y te invade una especie de satisfacción interna y callada, que, a lo peor, es pecado de orgullo, y entonces la estamos jorobando de mala manera… Porque estar orgulloso no es lo mismo que estar satisfecho. Son cosas distintas, aunque no distantes, por estar asociadas… Ese día analicé tal concepto, y pensé, aunque bien puedo estar equivocado, que para mí supone más un privilegio el formar parte de la historia de una obra así, que orgulloso de mí mismo. Por la sencilla razón de que he aprendido más de ello de lo que he aportado, por lo que, más que orgullo, debo sentir agradecimiento.
En esas cabañuelas andábamos Manolo y yo, cuando, dándome un codazo, me suelta: “y anda que tú has fundado unas cuántas, joer…”, y tal comentario se me quedó de rondón por el caletre un buen rato, porque resulta que me propuse enumerárselas y ví que me acordaba apenas de unas pocas… “coño, estoy perdiendo la memoria, oye”, le contesté a él contestándome también a mí mismo, pero fue él quien enumeró algunas de ellas, no yo. Resulta preocupante constatar que lo primero que olvida uno con la edad es su propio “currículum”, y que el rasero mental ha comenzado a realizar su función de ir aligerando lastre… Así que, en el paseo de vuelta a casa (me fui tras el protocolo humano, y prescindí del político, y lo digo porque, si alguien me echó en falta, que tampoco lo creo, que me disculpe), comencé a repasar en el tiempo de mi tiempo, todas las asociaciones que he fundado con otros compañeros de andadura, y a esforzarme por recordarlas, más que nada como ejercicio nemotécnico. Cochina curiosidad, ya, el saber cuántos de esos “trabajos de Hércules” me sobrevivirán, y luego aparecerá mi nombre en un acta perdida y hallada en el templo de una cápsula de tiempo…
Y así anduve que se me venía una y se me iba otra… Hasta que creí juntarlas todas, y apuntarlas en la orilla de un billete de cinco euros que se me paseaba por un bolsillo. Se las voy a relacionar aquí a ustedes, no por nada, que alguno, o alguna, habrá que me tache de tonto útil, que no hábil, y no le faltará razón; si no para que conste en acta de algún sitio, o alguna memoria humana, donde alguien lo pueda encontrar. Y son las siguientes, si no me dejo alguna otra habichuela en la cazuela:
Club Fénix (ya desaparecido); Club de Tenis T.P.; Murcia-Acoge; Asociación de Empresarios T.P.; otra sectorial de Comerciantes; Asociación Prometeo; la de Amigos del Pueblo Saharaui; Comunidad civil de Gestión Parroquial; Asociación Hispanoamericana de las Letras (Hispadel); Escuela de Formación de Mediadores; y no sé si alguna otra con mi psicólogo y amigo Juan Jiménez en sus líos, para alguna otra causa… o si me dejo algo en el tintero del olvido. Hay de todo: clubes culturales, ong´s en su mayoría, asociaciones profesionales… una que se esfumó en el reloj del tiempo; otra que apenas llegó a funcionar; una que trabajó durante un tiempo “ad experimentum” del obispo Azagra aquél; otra que quizá funcionará por Argentina; y un grueso resto que han crecido y se han hecho mayores con gran alegría por mi parte…
Alguien podrá pensar que estoy presumiendo. Para nada. Lo que en verdad estoy es presuponiendo. Y supongo que todos esos proyectos me salieron al camino por alguna razón que ni siquiera yo conozco, en forma de charcos que tan aficionado soy a pisarlos… Lo único que tuve que hacer fue meterme en todos y cada uno de ellos, y en eso sí que me reconozco. Pero solo fueron oportunidades que la vida me puso delante de mi camino, y que aproveché para adquirir la experiencia que quizá necesitaba y que esos proyectos me brindaban… Si, encima, ayudé en algo, pues cojonudo, pues muy bien, pues me alegro; que les vaya bonito que a mí ya me vale… Y me sirve, porque he servido de algo para algo, además de a otros demás, ustedes ya me entienden, o eso espero, que me entiendan…
Ahora, en el tramo final de mi carretera, antes de la última curva, intento anclarme, aún débilmente, a alguna de mis postreras colaboraciones – Fundación Entorno Slow, por ejemplo – solo para fijarme en mi posición y no perder mi vieja brújula de orientación, como la del Capitán Sparrow… O sea, por puro sentido egoísta. Pues toda generosidad guarda un poso de egoísmo, piénsenlo… Una ayudante y asistente al acto de referencia, me dijo: “lo que hacemos por éstos, en realidad lo hacemos por nosotros”. Y es cosa muy cierta. El egoísmo que reside en la generosidad es sentirse útil por uno mismo. Y eso es importante. Porque si no somos útiles para algunos algos o para algunos álguienes, no servimos ni para nosotros mismos, ya que yo soy incapaz – por ejemplo – de clavar una jodida púa en mi propia casa. Por eso compensa el esfuerzo… Así que, me alegro de haber ido por allí para asistir a ese acto que había que celebrar. Al nacimiento de un renuevo. Por lo tanto, Ascensión, gracias por invitarme; gracias por obligarme a recordar…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com