EXTRAÑAS BANDERAS

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En la última movida del 8M, me dí cuenta, por alguna de las pancartas, que, invariablemente, parecían repetirse en distintos lugares, que, o casualidad o consigna, se referían a una frase de un poema de la poetisa norteamericana Emily Dickinson (1.830-1.886): “ignoramos nuestra verdadera estatura, hasta que nos ponemos de pie”. Como soy un puñetero “tirahilos”, empiezo a leer todo lo relacionado con ello, y, por un columnista, Eduardo Jordá, me entero que el feminismo ha proclamado (esto es como cuando el Vaticano santifica) como referente a Emily Dickinson, así que, por si alguien me sigue, me pongo al tajo, a ver si me entero de algo…

            Y me encuentro con que esta mujer es realmente difícil imaginársela como un símbolo del movimiento feminista. Una dama de su época, retraída, que vivió encerrada en sí misma y que hizo de su casa su propio claustro; que su vida transcurrió en familia, sin apenas salir al exterior, e hizo una clausura de su mansión en Massachussets, con sus padres, y cuyo párroco la definió como “rara y mongil”; cuya existencia es todo un enigma de aislamiento absoluto…

 Tanto, que ninguno de sus biógrafos se ponen de acuerdo. Uno dice que estuvo enamorada de un clérigo, un predicador al que oyó un día en una iglesia cercana a su residencia. Otra dice que, en realidad, estuvo enamorada de su cuñada, pero pocos saben mucho de ella. De hecho, tan solo se conserva un daguerrotipo suyo con 18 años. Murió a los 56, y entonces solo la conocían sus familiares directos y un reducido grupo de personas que se habían relacionado con ella.

            Una vida tan ascética le otorgó tiempo sobrado para desarrollar una extensa labor creativa. Más de 1.800 poemas, muchísimos de ellos sin título, de forma que, cuando fueron editados tras su muerte, se le asignaron números correlativos para saber reconocerlos y referenciarlos. Lo que dá a entender que esta mujer escribía por una necesidad interior y no para ser publicados y expuestos al público. Sus poemas son de una belleza arcáica, innata, intrínseca, misteriosa, mágica, casi que esotérica, de un significado oculto. Lo único que se deduce de su lectura es que solo escribió para sí misma.

            Precisamente de su Poema 1.176 se ha sacado el lema orlado por el feminismo. Aunque no es exacto, pues se le ha mutilado una parte. En realidad dice “ignoramos nuestra verdadera estatura, hasta que no se nos obliga a ponernos de pie”. Existe un matiz importante, una diferencia significativa: en el de la proclama feminista se le ha borrado lo de la obligatoriedad, dándole un significado de voluntariedad. Es distinto, muy diferente, incluso le cambia el sentido. La autora quiso decir que solo en los momentos críticos y difíciles damos la verdadera talla de nosotros mismos. La voluntad es sometida a la necesidad…

            Dejémoslo ahí, y que cada cual saque sus propias conclusiones, y lo interprete como su dios, o diosa, le dé a entender. De lo que estoy seguro es que si Emily Dickinson hubiera sabido la utilización de su figura por el tsunami feminista actual, muy posiblemente que la tierra se la hubiera tragado. O se hubiera dejado barba y bigote y metido a cartujo. No era esto en lo que ella pensaba. Mucho menos lo que buscaba…        

 

El próx. Viernes, 12/04, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7 (queda colgado en YouTube): TODA UNA LECCIÓN.  A veces, nos sale bordada...