¡¡ FIRM... ES !!

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Lo está diciendo, repitiendo y proclamando un tal Mur Grey, catedrático de la Oxford University, que avisa con ciertas cosas que ya venían diciendo los médicos con respecto a los ancianos, pero en plan más exagerado, como más agresivo, si cabe, y no es solo que los abuelos tangamos que hacer ejercicio, si no que tenemos que aprender a decir un “no, gracias…” a quien(es) aún nos cedan un asiento en el autobús, o en una sala de espera, o en un banco público.

            De lo que este hombre no se ha enterado – no vive en su tiempo – es que eso que era una norma de urbanidad, de educación, de respeto para con los mayores, ya no se lleva. No sé allí, en las inglaterras, pero aquí, en las españas, es una antigualla, un vade-retro… kapput. Mas aún y así, por si acaso, insiste que el cedernos el asiento por cortesía es un mal que se nos hace a los que ya tenemos cierta edad. Que no nos podemos imaginar lo que empeora nuestra salud y nuestro estado físico. Que estar de pie un mayor supone “un magnífico e inapreciable ejercicio que potencia la resistencia, la elasticidad, el estado orgánico, e incluso mejora la calidad cognitiva y reduce el riesgo de demencia, además, naturalmente, de activar el sistema inmune y circulatorio”.

            Se lo he reproducido tal cual, literal, para que se entere bien enterado o enterada. Así que si usted que me lee es de mi edad senecta, o provecta (fineza que uso por no decir mi edad de mierda), procure andar, sí, hacer ejercicio, también… pero además quedarse de pie tantas veces como pueda y tenga ocasión. Es más, en el tranvía o en las salas de espera, ceda los asientos a los jóvenes, pues ellos se pueden permitir sentarse, pero nosotros, no.  Y si, por el contrario, usted que está leyendo esto, es persona joven, lo que tiene que hacer es levantar a los viejos en cuanto los vean sentados. Quítenle la silla de debajo de sus arrugados culos al menor ademán de descansar sus doloridas corvas. Al fin y al cabo es por su bien… Es más, pónganlos firmes.

            Pero este señor de Oxford – del que, por cierto, ignoro su edad – va aún más lejos: “Nada de ponerle a sus padres un subescaleras, ni un elevador, ni un ascensor, por el hecho de que se hagan mayores. Si acaso, pónganles un segundo pasamanos para ayudarse con las dos, pero no les acorte la poca vida que les queda aún más…”, ¡Joder con el tío!.. a mi mujer, que sueña con un subepisos de esos, ¿qué le digo yo ahora después de que lea esto y lo tire a la papelera?.. Si le digo que no, ya ves lo que dice este experto, se va a cabrear y se me va a tirar a la yugular a pesar de sus doloridas articulaciones, y si le digo que sí, que vale, que bueno, que d´acuerdo…, pensará que me la quiero cargar antes y con tiempo liarme con alguna vecina en aún buen estado… Un auténtico dilema, óigan.

            Lo que este hombre propone es que los mayores hagamos el ejercicio que dejamos de hacer cuando abandonamos nuestras ocupaciones habituales, ni más ni menos. Que hay que compensar el tiempo que pasamos sentados viendo la tele, leyendo o haciendo calceta en casa, estando de pie y/o subiendo y bajando escaleras, ya que no otra cosa… Asegura y garantiza, de forma y manera tajante además, que es la diferencia entre ser dependientes o no tener que depender de nadie hasta los cien años por lo menos…

            Bueno, pues, echando cuentas, con lo que puedo ahorrar de  mucama por la no dependencia, a lo mejor, si me compro un mono y me subo a los árboles para jugar con él, igual llego a los ciento veinte de puta madre, ¿no..?.