FUNDAMENTAGOLISTAS

 

Bueno… pues ha terminado la Copa de Europa de Fútbol, o como se llame ahora. Portugal se ha alzado con la corona cesárea y su quejío del fado, y hasta el próximo evento en que se mueva de nuevo el circo y suenen los denarios. El fútbol es el auténtico opio del pueblo, pues ya no es la religión, como decía Marx… salvo que el fútbol, naturalmente, sea la nueva religión, que creo que es lo que en realidad pasa…

                No se entiende si no los excesos que se permiten en todo lo que rodea a cualquier evento que tenga por eucaristía al fútbol. Son excesos nutridos, permitidos y disculpados por una sociedad dogmatizada a tal sacramento. Directivos mafiosos que montan sucias tramas de favores y enriquecimientos fraudulentos, equipos y administraciones que les ayudan en sus tejemanejes con dineros públicos, ilegalmente, futbolistas que evaden capitales y roban en impuestos al erario público, con el beneplácito de sus fervorosos incondicionales…

                …O que participan en oscuras tramas de prostitución de menores, o que son condenados por maltrato de género, y que están apoyados por compañeros, directivos y seguidores abducidos… Por no hablar de la violencia que acompaña cualquier celebración importante, y que lleva asociado el extremismo más nazi y cuartelero, como una execrable adherencia que no  hay la mínima voluntad de combatir. Tan solo de soportar.

                En esta misma Eurocopa se ha manifestado con especial virulencia en el país organizador. A esas bandas de animales salvajes se las califica eufemísticamente de “aficiones”… que se enfrentan entre sí. Ha resultado muy curioso e ilustrativo comprobar la contundencia que el gobierno galo ha utilizado con las manifestaciones contra su reforma laboral, al lado del tacto, prudencia y consideración empleados con los motivados por causas “deportivas”. Hay que ver dónde queda el espíritu deportivo, sí…

                Muy ciego tiene que estar el que no advierta esta especie de tolerancia hacia lo que se califica como de “inevitables extralimitaciones”. No son tales, ni tan inevitables. Son explosiones de violencia buscadas y motivadas por sí mismas, que encuentran nido, calor, excusa y amparo en el nuevo, y cada vez más fanatizado, credo del fútbol. Solo eso.

                Por supuesto, tras esa permisividad con todos y cada uno de los excesos, desde el propio futbolista-dios al último creyente-hooligan, pasando por todos y cada uno de sus podridos sacerdotes que ofician, se esconden un par de razones poderosísimas: el dinero, y el control ciego de las masas radicales. Los enormes e irracionales negocios que mueve el fenómeno del fútbol pueden comprar toda clase de voluntades, y el aliado del poder político para tener a millones de cerebros hipnotizados y de inteligencias (¿?) engolfadas en el embrutecimiento, es enorme…

                ¿Quién es capaz de resistirse?.. Por eso mismo estamos, aunque no seamos…