GIBRALTAR
- Por miguel-galindo
- El 29/11/2018
En Junio de 1.940, el dictador Franco, como buen ventajista, aprovechando que la guerra se le ponía de cara a Alemania, con Francia derrotada y el equipo expedicionario inglés expulsado del continente, con el Atlántico infestado de submarinos bloqueando Inglaterra, y a punto de ser sometida a un implacable castigo aéreo, nuestro invicto espadón pensó que ese era el momento de recuperar Gibraltar y pasarse a las fuerzas del Eje. Ya previamente, había cambiado la “neutralidad” de España por la “no beligerancia”, copiando a Mussolini antes de echarse en brazos de los boches.
De hecho, envió al general Vigón, del Alto Estado Mayor a Hitler, para comunicarle la entrada en guerra de España, declarándole la ídem a Inglaterra, pidiéndole a cambio Gibraltar y algunas colonias africanas perdidas. Lo que pasa es que a don Adolf casi le dio un ataque de risa. El ambiente prebélico en España estaba preparado, dispuesto y caldeado por la Falange con proclamas y consignas de “Gibraltar español” y demás canturreo. Con Inglaterra batida por Alemania, los viriles patrios podían marcarse la aherrojada heroicidad de conquistar la pétrea almorrana. Ya se estaba fortificando el Campo de Gibraltar con los prisioneros republicanos derrotados (mi padre fue uno de ellos) a tal efecto.
A finales de Junio, 30 camiones Chevrolet ocuparon cortijos próximos al Peñón, donde depositaron toneladas de munición y explosivos. Diecisiete trenes llenos de tropas y pertrechos llegan en la noche del 26 a Jerez de la Frontera, tras ser vaciada la estación de civiles y acordonada por el ejército… El 18 de Julio, víspera del “glorioso”, Franco suelta un vibrante discurso belicista en que reclama la roca de los monos, mientras recibe al coronel Nulli, de la misión militar italiana, convoca al Estado Mayor Central del Ejército para exponerle la “operación C” de reconquista… y la Prensa del Movimiento orquestando un amplio eco de apoyo propagandístico, como tenía que ser y siempre fue, de lo que el Caudillo estaba a punto de hacer: pulsar el botón rojo de meter a España en la II Guerra Mundial nada más salir de una Guerra Civil provocada por él mismo.
La suerte de Gibraltar estaba decidida. Hasta en las escuelas se enseñaba que “España limita al sur con una vergüenza”. Estábamos en un tris de declarar la guerra a la Pérfida Albión… Lo que ocurrió fue que, pasaban los días, y las semanas, y la Luftwaffe no doblegaba a Londres, ni el cerco marítimo daba el resultado que se presuponía. El Führer se vió obligado a espaciar sus ataques, tras haber sufrido grandes pérdidas por las fuerzas aliadas. Parece que, después de todo, la fruta aún estaba verde. Así que don Francisco se desinfla, se acojona, aplaza sine díe el glorioso asalto al cabezo de los british, los polvorines del campo de Gibraltar se van desmontando, y las fortificaciones abandonando. Y el rabo del mastín, entre las piernas enroscando…
Ahora llega el sacabarrigas de Pedro Sánchez, y suelta aquello de que “ha solucionado 300 años de historia”. Nada menos, el tío… Se ha impuesto a los designios de los propios aliados europeos y ha vencido a la Gran Bretaña en todas las líneas. ¡¡ Qué fantasma, por Dios..!!. Los restos de Franco deben estar revolviéndose en su apartamento de Cuelgamuros de puritita envidia, no te digo yo lo que hay…
En un país bilingüe, de escuelas bilingües y costumbres bilingües, donde los títulos, subtítulos y definiciones de todo se escriben en inglés, la victoria de Sáncho I el Conquistador no se va a notar ni en los eructos de Picardo. El papelico que dice haber conseguido es como los que meten en los pastelitos chinos, que te hacen sonreír, pero que, como tales pastelillos, también son chinos, como los cuentos. Igual que aquellos de Calleja, que ayudaban a pasar por la glotis el chocolate de garrofa en la posguerra.
Pedro ha superado a Franco. Ha recuperado Gibraltar sin pegar un tiro. Solo con un flato. Lo que pasa es que huele que apesta.
El próx. Viernes, 30/11, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, BIENVENIDO, MR. FASCIO que es como otro engañoso Mr. Marshall