HAY COSAS PEORES
- Por miguel-galindo
- El 13/11/2017
Porque viene a propósito por mi ausencia, leo en El País una especie de oda a las que dan a luz, a las que paren, vamos… por parte de la gran columnista Lucía González, con respecto a las dos cesáreas programadas a la presentadora Tania Llasera (por cierto, díganme que cesárea no es programada), y lo hace por la discriminación que denuncia en el trato de las que sueltan a la criatura por lo suyo – naturalmente – que se le magnifica la heroicidad, dice, al contrario que a las otras, que lo sueltan por puñetero cesarismo, para minimizar la hazaña.
Y dice, y quizá lleve razón, que existe un agravio comparativo injusto, y todo eso… Puede ser. Pero, por lo que sé, parece que lo de las cesáreas se deben y suenan a ciertos intereses, y dejémoslo ahí. Resulta significativo que en este país hayan desaparecido, o casi, los nacimientos en sábados, domingos y festivos, o puentes de guardar. Pero hay otro dato, si cabe más fiable o confiable por cuanto a de sospechas se trata, que es un Informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud) organismo dependiente de la Onu, dicho sea de paso, que denuncia el abuso en España de las cesáreas programadas por motivos ajenos a los de salud o seguridad de las madres, y que lo fija en una tasa superior al 25%. El mayor porcentaje de Europa y uno de los más altos del mundo.
Pero no es este el motivo del que yo quería tratar como tema central de hoy. Esta circunstancia la comento de paso puesto que viene al caso (y hasta cae en verso, fíjense) y por lo que de curiosidad puede tener. No. Lo que yo quiero tratar, puesto que las féminas reclaman agravios entre ellas por el modo de parir, es la discriminación, que esa sí que sí, existe entre hombres y mujeres… Aquí es donde ahora vienen las exclamaciones, risas, objeciones, burlas y jocosidades varias por parte de ellas. Vale.
Es que… con permiso de las señoras, los hombres también parimos. Por cesárea, naturalmente, de la vejiga, por supuesto, que no del útero. Pero cesárea a la postre. Nos abren el abdomen, como a las doñas, solo que en vez de extraernos hermosas criaturas de carne sonrosada, que luego dan por buenos los padecimientos pasados, nos extraen de nuestras entrañables entrañas, amorfas criaturas calcáreas de rugosas aristas, jodidas y jodedoras, que no compensan uno solo de nuestros dolores pasados.
Hablaba la periodista de la tal presentadora, que ya iba por la segunda cesárea programada, y que no era menos que las que parían por lo suyo. Pues yo reclamo tal pedestal, señora mía, con todos los respetos del mundo uterino. Que tengo la segunda cesárea igualmente programada, y, aunque quiera, que tampoco quiero, no puedo parir por lo mío, pues lo mío, ya sabe qué, no alcanza a soltar piedras de dos y tres cms. de cintura y criatura (aunque los dolores de parto igual los he padecido en cólicos sin nombre). Solo figúreselo…
Y es que por nadie pase. Y encima del calvario, ni me los celebra la familia, ni me los bautizan, ni puedo venderle el reportaje al Hola, ni se me cría la mar de hermoso, ni leches… Mi segunda criatura, que está al venir cuando esto escribo, nonata como su hermana, será, como ella, una jodía y puñetera piedra, indigna de figurar en el Registro Civil… no sé, eso sí, en el Libro Güinnes de los Récords. Así que, señora Lucía, lo nuestro sí que es una maternidad ingrata, y no solo la de Tania, pobrecica…