HIJOSDE...

Los madrileños buscan refugio en La Manga | La Verdad

            Desde luego, no son hijosdalgo… Póngale usted en la línea de puntos del título el nombre que quiera. Aunque esto no tenga nombre. En La Manga se ha repetido esta Semana Santa el mismo suceso vergonzoso, insolidario e incívico, de cantidad de madrileños, entre otros, que se han saltado la cuarentena que establece el Estado de Alarma, y se han venido con toda la desfachatez e irresponsabilidad del mundo, a sus residencias de veraneo. Esta gente demuestra un enorme desprecio por los demás, aparte de saltarse las normas establecidas. Les da igual fomentar el contagio, y solo se miran su propio ombligo

            Ese mismo fin de semana, los supermercados de esa zona repetían las egoístas e insolidarias imágenes del principio del confinamiento, con colas de varias vueltas a las tiendas, como recién llegados a las playas. A las firmas comerciales les da lo mismo, salvo a sus expuestos empleados, claro. Solo les importa el balance de caja. Pero no se concibe que el hecho que avergonzó al país, y que se dio a conocer al principio de la alarma, haya vuelto a repetirse, sin ninguna traba ni problema, a la altura de la segunda prórroga del aislamiento. Algo está fallando estrepitosamente…

            Por supuesto que los principales responsables son los que se saltan la ley del confinamiento. Esta gentuza no concibe, o si lo concibe demuestra que se lo pasan por debajo del arco de…, que están poniendo en riesgo e las personas con su inconsciente ligereza. Se ve que les tiene sin cuidado, pues no pueden alegar ignorancia. No se trata de ignorantes, si no de malas artes. La primera vez, inauguraron el virus en una región que aún se mantenía libre de la pandemia, y se estrenó con su primera venida. Si ahora – Dios no lo quiera – apareciera un repunte, ya no se deberá a una casualidad, sino a una causalidad. Pero lo que es cierto es que las consecuencias de sus burradas de burros las pagamos todos nosotros. El problema es qué se hace, si es que se hace algo, ante este cruel incivismo.

            Poco, o muy poco. No veo yo que se reaccione con la dureza que merece el riesgo que nos hacen correr. Se me dirá que las fuerzas del orden, o las armadas, no pueden hacer ya más. Que no hay personal para vigilar todas las carreteras del país durante todas las horas del día y de la noche. Y es muy cierto. Pero no es menos verdad que sí se pueden hacer otras cosas. Cualquiera menos dejarlos tan tranquilos, y como si no hubiera pasado nada, una vez lograda su “hazaña”. Es como, si encima, les diéramos un premio, una recompensa por haber burlado los controles: “habéis conseguido llegar, pues se os concede el triunfo de la inmunidad por saltarse las órdenes”.

            Es justo lo que parece. Y eso no deja de ser un efecto llamada para los demás borricos que están esperando a ver cómo les ha ido a sus congéneres borricos. No me vale que los pillen a mitad de camino y los devuelvan a casa. Hay carreteras secundarias y buenos mapas. Se trata de hacerles llegar un mensaje: si llegan a destino, se les devolverá a origen con un multazo que se van a acordar durante mucho tiempo… Plan B: la puñetera cárcel mientras dure esto. Son personas peligrosas que ponen en riesgo a sus conciudadanos, que no tienen conciencia alguna, y que hay que tratarlos como a tales.

            Yo no sé si este escrito, aquellos que me siguen, podrán hacerlo rodar a ver si llegase a oídos de políticos o autoridades responsables. Intentémoslo, al menos. No pueden decir que no les es fácil saber los asnos que han burlado el Estado de Alarma y han cruzado media España hasta su segunda residencia veraneática. Es perfectamente conocible. Otra cosa es que no exista voluntad política o económica en dar un escarmiento que corte esta vergüenza de raíz…

            Pero sí sé que, si no se hace, ignoro entonces con qué autoridad moral nos van a ir llamando la atención cuando salgamos a la calle a estirar las puñeteras y anquilosadas piernas. Ni esas diatribas y amenazas de los entorchados de relucientes galones y medallas que nos salen cada semana a advertirnos con imágenes punitivas del largo brazo de la Ley… A mí me parecen un agravio si lo comparo, y tremendamente injustas cuando pienso lo que están dejando pasar… Salvo, claro, que dejen de mirar para otro lado en estas cosas y casos y actúen en consecuencia… Que no sé yo, no… A la vista está.