IMAGINEN...
- Por miguel-galindo
- El 17/04/2020
En este confinamiento coronavírico me he dado cuenta de una puñetera obviedad. Y eso me joroba mucho, porque poner a hacer ejercicio a tu coco para que se le ocurra algo obvio, la verdad es que te deja en muy mal lugar ante ti mismo. Pero es que justamente es lo que yo quería comentarles hoy a ustedes que me leen… que otra cosa distinta es que me sigan, ¿vale?... Que yo tengo registrados allá por los cuatrocientos seguidores, pero dudo que me lean más de cien… Cosa de los chivatos de los contadores, claro. Otro caso distinto es por la redes. Ahí, me pierdo…
Bueno, eso es perfectamente normal. Lo que yo quería comentarles a ustedes es algo que quizá ya se habrán dado cuenta vuesas mercedes, a poco que lo hayan observado, y es que tenemos atrofiada nuestra capacidad para imaginar. Uno de los mayores (y mejores) dones humanos es la imaginación. Y, sin embargo, es algo que estamos perdiendo por la falta de práctica. Si existe una fórmula para esto, yo establecería la siguientes: “el poder de la imaginación es inversamente proporcional al poder de la televisión”, o algo así…entrando aquí, Internet, redes, etc... Quizá por eso un niño nace con su imaginación intacta, y la va perdiendo conforme es ocupada por otros medios artificiales que suplantan su función natural...
Y no quiero que piensen que soy un anacrónico que está en contra de tales adelantos. No creo serlo. Pero sí que estoy en contra del abuso de tales adelantos, que no del uso. Al menos, de esa dependencia absoluta de la que parecemos colgar. Pero por un solo y único motivo: la dependencia absoluta también nos hace dependientes de las estrategias ajenas para captar nuestra atención y ocupar nuestra mente. Y hacernos pensar lo que ellos quieren que pensemos, o preocuparnos de lo que ellos quieren que nos preocupemos. Tales medios son una herramienta fabulosa a la vez que un arma peligrosa. Y el equilibrio entre el uso y el abuso es en lo que deberíamos esforzarnos en conseguir y guardar. Aunque admito que puede resultar difícil.
Voy a intentar ponerles un ejemplo con esto mismo que yo hago todos los días en mi relación con ustedes, si me lo permiten… En el caso de no existir Internet, el envío de estos artículos sería laborioso, costoso y “tardoso”. Cierto. Pero no sería tampoco extrictamente inviable (recuerden los de mi edad aquellos folletines por entregas de nuestras madres y abuelas, como sabían agenciárselos sin faltarles uno solo), como vulgar ejemplo… Pero sí que sería absolutamente inviable desde el momento en que mi triste imaginación ya no fuera capaz de sacar a la luz mis diarias paridas, aún por mucha parafernalia técnica de la que me dote a mi alrededor.
Y eso precisamente es lo que deseaba comunicarles hoy. Que la imaginación, por disparatada que pueda ser, es un privilegio del ser humano, en la misma medida que la abducción (o lo que fuera) es una maldición para ese mismo ser humano. Y ambas cosas pueden encontrarse en esas mismas redes… de hecho, mucho más de lo segundo que de lo primero. Para abducirse y hacerse adicto a… sí que es necesario un canal del que engancharse, pero para poner a trabajar a la imaginación no se necesita absolutamente ningún medio. Todo está en la persona. Y esa es su grandeza y su condena a la vez…
Nelson Mandela decía que, en el tiempo que estuvo en la cárcel, fue completamente libre. Que nadie podía vigilar sus ideas, ni poner cadenas a su imaginación. Que su cuerpo estaba prisionero, pero su mente gozaba de plena libertad, y que, entre su mente y su cuerpo, ejercitaba mucha más la primera que el segundo.
Y esa es la cuestión. Estamos confinados en nuestras casas, nuestras casas perfectamente conectadas con el exterior, y el exterior perfectamente conectado a nuestra atención diaria. Con series de evasión guiadas o con una realidad manipulada. Pero no hay mejor evasión que la propia imaginación. No se priven de la tele, pero tampoco se hagan dependientes de ella. Lo mismo con la Tablet o con el móvil. Vean una película, buena o mala, es igual, como entretenimiento, y las noticias óiganlas con mente crítica, pásenlas por el tamiz comparativo de su mente y de la lógica. Vale. Pero no vayan más allá. Traspasar la línea puede ser peligroso… De hecho, es peligroso.