IMPRESENTABLES

  

Le hemos dado la bienvenida al nuevo año con un intento de despedida, con catorce años de retraso, a un triste hecho acaecido en Mayo de 2.003, cuando en un Yak-42 perdieron la vida 62 militares españoles que volvían a casa. Ahora, el Consejo de Estado, en un intento de poner las cosas en su sitio, responsabiliza de aquel desastre a una mala praxis de aquel mal gobierno. Casualmente, el mismo gobierno que la minoría con que hoy gobierna lo hace ser más humilde, si bien las mismas personas de entonces siguen beneficiándose de altos puestos gubernativos y de muy alta representación.

                Aquella vergonzosa tragedia fue la secuela de una secuencia de escalofriantes errores en cadena, donde las trampas, las mentiras, los falseamientos y ocultamientos, las estafas y los disimulos, tejieron y taparon el escándalo más siniestro cometido por políticos irresponsables y sin conciencia.

                El descaro con que Rajoy se refiere hoy a “eso que pasó hace mucho tiempo”, y con lo que intenta encubrir los hechos y a sus amiguetes implicados, resulta escandaloso. Al igual que Trillo diga ahora que las responsabilidades políticas se asumieron y absolvieron en aquellas elecciones, en vez de reconocer y pedir perdón, es una burla sangrienta. Los delitos que afectan a muertes gratuitas no deben prescribir en conciencia. Máxime cuando los responsables dejan su puesto para ocupar otro en el mismo lugar de donde ha salido el dictamen. Eso es de una imprensentabilidad espantosa.

                En esta triste despedida en la bienvenida del nuevo año, las familias de aquellas víctimas de la más ignominiosa desidia, han publicado también el contenido de las cartas que recibieron en su día de un alto representante del estado español, en la que se insultaba y chantajeaba a unos desolados padres, con que “si sus hijos vivieran, se avergonzarían de ellos por no aceptar la versión oficial del accidente”. O donde les recomendaban que “fuesen al psicólogo, porque no estaban enfocando bien su duelo” (E.P. 9/1-pg.40), lo que supone una insensibilidad y crueldad que emparenta con el sadismo.

                Esa cruel incapacidad debería ser sobradamente suficiente como para inhabilitar ipso-facto al personaje o personajes responsables para ejercer cualquier cargo público el resto de sus existencias. Sin embargo, no solo no es así, si no que se les protegió, se les encumbró a otros de mayor enjundia, brillo y esplendor, se les premió con destinos dorados, y se les justificó, y se les sigue justificando, como todo lo contrario a lo que en realidad debería ser.

                Los gobiernos que protegen y premian a sus políticos irresponsables son aún más irresponsables que sus peores políticos. Y estamos hablando de un caso de hace 14 años, en que el calificativo de irresponsable se queda tremendamente corto y escaso. Estoy seguro que los padres, los hermanos, las viudas y los huérfanos de los muertos por tal irresponsabilidad sabrán ponérselo mucho mejor que uno. Yo no lo voy a decir, pero ustedes sí lo van a pensar.