(IN)DIGNIDADES
- Por miguel-galindo
- El 23/09/2019
Hace algunas semanas prometí escribir sobre el tema de la inmigración ilegal, y el drama de los abandonados en el mar, y las mafias que hay tras esta tragedia. Y aunque el tema es molesto, y escabroso, sensible, y toca las conciencias, como lo prometido es deuda, aquí estamos. No obstante, aquellas personas que quieren inhibirse de un trago que no es de su gusto, pueden dejarlo en este párrafo inicial de presentación, y no seguir leyendo... Repito lo que ya dije en el de referencia: yo no soy la conciencia de nadie. Cada uno tiene la suya. Y yo hablo desde la mía propia…
Pero existe una tendencia adormecedora de tales conciencias, de manipular la realidad, que se va abriendo paso entre la gente, y es echarle las culpas a las mafias que mueven el tráfico de estos seres humanos, incluso de hacerles responsables del “efecto llamada”, y hasta el extremo de insinuar maliciosamente la posibilidad de estar asociados en el contrabando humano con las propias Ong´s que se dedican a salvarlos, llegando al colofón de criminalizar a las propias víctimas (los inmigrantes) antes que a sus verdugos (las mafias). Y esto se está dando, incluso en personas de buena – aunque cómoda – voluntad. Y eso hay que denunciar que se está dando cada vez con más frecuencia. Y eso hay que combatirlo también con argumentos, ya que las razones humanitarias no son suficiente motivo.
Y lo primero que hay que decir es que a las Mafias se las está utilizando como excusa, pero no como objetivo. Primero, porque es falso que ellos ejerzan tal “efecto llamada”. De hecho, si no existieran, el lanzamiento de gente desesperada al mar aún sería mayor, dado que ellos ejercen de “taquilleros”, o sea, el que paga pasa y el que no se queda fuera. La verdad es que los países usan y se aprovechan de este freno a la vez que lo denuncian (doble moral) pero no actúan en consecuencia. La realidad es que la diferencia entre pagar a países fronterizos para que ejerzan de policía de fronteras con toda su contundencia y violencia (caso de Marruecos respecto a España, por ejemplo) y las mafias, tan solo reside en que los unos NOS cobran por no dejar entrar, y los otros LES cobran por dejarlos pasar.
Pero con las mafias o policías dueñas del espacio de control o sin ellas, el movimiento migratorio no se puede parar porque obedece a causas de pura y dura supervivencia. El decir “pues que no vengan y se queden allí” es un ejercicio de irreflexión, si no otra cosa peor. Nadie, nadie, abandona su país, su pueblo, su gente y su familia, arrostrando estas condiciones en que se juega la vida. Nadie. El que se arriesga a perderla en el intento es porque quedarse significa ver morir a sus hijos de hambre. Lo demás son filosofías para engañar a nuestras propias conciencias, si es que aún las conservamos intactas.
Nosotros, los españoles, fuimos inmigrantes empujados por una necesidad aún potencialmente menor, y fuimos acogidos con dignidad. Estas personas lo hacen por una necesidad impulsivamente mayor. Mucho mayor. No la que separa el hambre de tener las necesidades cubiertas, si no la que separa la vida de la muerte. Y les da igual que los acojamos dignamente que no. Es tal su instinto de supervivencia que les da lo mismo ser acogidos que rechazados.
Ellos no tienen ninguna dignidad que defender, aunque la tengan naturalmente por el solo hecho de ser seres humanos… Los que tenemos una dignidad que defender somos nosotros, por el solo hecho de considerarnos de un status superior al de ellos, y eso no es la dignidad de las personas, si no la de otras cosas… Ellos ya no tienen dignidad que puedan perder. Si nosotros se la negamos, también perderemos la nuestra, pero nuestra indignidad, eso sí que sí, será mucho mayor que la de ellos. Tanto ante Dios, como ante la Historia.
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