(IN)SEGURIDAD CIUDADANA

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En el programa radiofónico semanal de La Pinza venimos tocando temas de gran actualidad e interés. Procuramos salir de la emisora y hacerlo en lugares públicos, a fin de acercar a los ciudadanos esos temas, compartirlos con ellos, y que pueda hacerse presencialmente. Debo reconocer que la respuesta de ese público ha venido siendo prácticamente inexistente, apenas si anecdótica. Una vez más, se pone de manifiesto la apatía de la gente del pueblo donde se realiza el programa, y a pesar de que los temas son abiertos y de interés general de la zona y de la comarca. Las cosas, como son.

                Sin embargo, el otro día logró cierta asistencia de gente, y una más que aceptable participación en el programa a través de las llamadas recibidas. Es que trató sobre la Seguridad Ciudadana, y eso, amigo mío, está en carne viva cuando el pueblo está sufriendo una escalada de robos y delincuencia. Es lógico. Y natural. Pero llama la atención la dejadez, el abandono y la comodidad mostrada, cuando esto se estaba gestando y viendo venir, y los lamentos, quejas y maldiciones cuando ya lo tenemos encima.

                Inmediatamente se buscan responsables. Alguien(es) a quien(es) cargarle(s) el muerto. Los ciudadanos apuntan a los políticos locales, los políticos locales a los autonómicos y a la descoordinación de los cuerpos policiales, si bien que salvando a los suyos de la quema, y la policía a que ellos son unos mandaos y que tó está mú politizao, ruau, riau…

                Pero la realidad es que entre todos la mataron y ella solica se murió. Desde la ciudadanía, que prefiere la comodidad de ser borrego a la incomodidad de ser ciudadano – la denuncia, la participación activa, la colaboración, la manifestación y la exigencia mojándose el culo – a unos políticos que han utilizado las fuerzas de seguridad para zancadillearse y boicotearse entre partidos en vez de cumplir con su obligación, pasando por unos policías acomodados que miran más su propio interés que por los intereses de la población, a la que se deben, les pagan, y han de proteger…

                Pero todos, todos, tenemos la culpa y somos responsables de la situación. Cada cual en la parte que nos toca. El clima de abandono y decadencia que muestra un pueblo, su deterioro comercial, de barrios-gueto donde no se aplican las más elementales normas urbanas, de calles convertidas en pistas de cretinos motorizados, de ruído y escándalo urbano, la falta de una mínima vigilancia disuasoria, con mercados incontrolados e incontrolables de productos ilegales, crea un medio propicio, un caldo de cultivo apropiado a la delincuencia, al robo, a los allanamientos, y a la propia inseguridad ciudadana.

                La recuperación de una básica y elemental dignidad urbana es el primer paso para luchar contra esa misma inseguridad. Y eso solo se logra con una efectiva colaboración ciudadana. Los delincuentes son los piojos de la decadencia, dijo Churchill. Yo lo que digo es que si no actuamos todos juntos, y nos disponemos a trabajar más y más estrechamente unidos, y a sestear y a esquinear menos, tampoco tendremos derecho a quejarnos. Esto no es el “sangre, sudor y lágrimas” del inglés, pero sí que nuestra dignidad y supervivencia de pueblo como tal pueblo.