INCONSCIENCIA COLECTIVA

El pasado viernes, 06/11, en la 7 autonómica, cambió mi percepción de la realidad sobre la pandemia vírica que nos machaca, y me di perfecta cuenta que la gente opta libremente por el suicidio colectivo de buen grado. Todo el programa informativo, en la mediocridad a que nos tiene acostumbrados, fue dedicado a glosar el comportamiento del personal en “el tardeo” y noche en que los bares cerraron su actividad por 15 días… Terrazas a rebosar, mesas repletas, todo el mundo sin mascarilla y amogollonados, aplaudiéndose mutuamente en homenaje a la heroicidad de ambos… mientras los desesperados mensajes de la Consejería de Salud clamaban por todo lo contrario al lamentable espectáculo que se estaba dando, y que “su” medio, la 7, y la propia ciudadanía, estaba bendiciendo y elevando a los altares.

“Esto no va a servir para nada. Nos vamos a seguir juntándo en las casas, digan lo que digan”, aseguraba un convencido joven, entre otros muchos, a los que entrevistaban, manifestándose todos en la misma línea. Opinión mediática y de ganado. Otra mujer, ésta de mediana edad, igual de arrejuntada y desesmascarillada, declara feliz y en puro éxtasis, que “a los murcianos nos encanta esto, y lo vamos a seguir haciendo con los bares abiertos o cerrados”… O los matrimonios de edad provecta, donde una bien “marcada” (por el peinado esculpido a cincel) señora, opinaba que “se había criminalizado a los bares, y que no era para tanto…”, y así y por el estilo, todos y todas. En Murcia, Cartagena o el barrio de Corea. Ignoro si es que existía absoluta unanimidad, o si es que, la cadena, por uniformidad de conveniencia, había eliminado cualquier otra opinión contraria… Como decía uno de los jóvenes, “venimos a celebrar el cierre de los bares”, sin saber lo que decía realmente, o sí, quizá esta gente celebran hasta los entierros…

Pero esto, al menos, aclara un par de cosas: que los bares, en verdad, no tienen culpa alguna, solo la mala suerte de ser el negocio donde el personalario ha de desprotegerse de lo más básico e importante: mascarilla, prudencia y sentido común, para poder tomárselas; y que la única responsabilidad, efectivamente, no es de ellos, si no de las personas que no hacen puñetero caso a las normas más elementales. “No podemos servir y actuar de policías a la vez”, se quejaba una camarera que no daba abasto, con toda la razón del mundo, en una terraza a rebosar, donde, por cierto, no había ni un solo de esos policías vigilando el disparate. Se ve que era tarde de alboroque, y había que hacer la vista, y la irresponsabilidad, gorda…

Es esto un sentido nihilista de la vida que yo respeto. El que quiera acabar en el hospital o en el cementerio, por mi parte no tengo ningún inconveniente. Adelante. El, o la, que quiere jugar a la ruleta rusa, como si quiere vaciar el cargador entero en su sien, es su voluntad. Nada que objetar Lo que no soporto es que esas personas condenen a las demás, ajenas a ellos mismos, a arriesgarse al mismo juego. Me rebelo a que arrastren a sus semejantes a un peligro que solo se buscan ellos… Hasta tal punto, que me he fabricado una máxima, muy poco cristiana, sí, pero tremendamente consecuente: aquel que no respeta, tampoco es respetable.

Gracias a Dios, yo no pongo las normas, y eso es muy sabio por parte de Dios, porque yo no multaría, no… Solo tomaría los nombres y los identificaría, para, llegado el momento en que fueran apareciendo en busca de asistencia hospitalaria, desde luego no colapsaría con ellos unos medios públicos que merecen más las víctimas que los verdugos. A cada cual las consecuencias de sus propios actos, libremente elegidos. Quod pro quod. Resulta tremendamente egoísta poner en peligro la salud social por un hedonismo estrictamente personal, y encima sabiendo que esa misma sociedad lo va a asistir cuando lo necesite. También tremendamente injusto. Por eso que mi opinión más amable sobre tales gentes es que son profundamente insolidarias...

Y sé que me van a crucificar por opinar así, pero es lo que pienso, y por eso lo digo. De ahí que la demostración del viernes pasado en nuestro inenarrable canal autonómico me pareciera demencial. Personas… no, gente, (cuando nos convertimos en gente dejamos de ser personas) festejando que hemos llegado en esta región a los mil contagiados diarios, que hemos colapsado los servicios sanitarios y que se está muriendo a chorro, y riéndose en los morros de los medios que el Consejero se esté desgañitando predicando en un desierto de rebuznadores donde una muchedumbre insensible y una siete perdida en su borrachera, lo arrincona en una esquina de tan lamentable programa.

Cataluña cerró sus bares hace más de una semana, antes que nosotros, y ha bajado su índice de contagios en 1.500 personas. Debe ser, claro, una puñetera casualidad, que no causalidad. Pero pienso que, de ser todos conscientes, cultos e inteligentes, no haría falta cerrarlos…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ - http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo