JJ.OO.
- Por miguel-galindo
- El 29/08/2016
Los Juegos Olímpicos tienen un par de caras (como casi todo). Una es la que se agita, se muestra y se vende, la bonita, la que se encargan de colocar todos los que viven opíparamente de esta opereta. Desde los organizadores, mediadores, empresarios, representantes, sponsors y negociantes varios hasta los informadores que se lo montan alrededor de lo que les procura fama, posición, dinero y estatus… Y la otra es la que se intenta ocultar, la que se tapa por todos los medios, de la que los informadores deportivos no informan, naturalmente, ni les está permitido, ni, por supuesto, les conviene…
Uno puede preguntarse por la última sede olímpica, como Río, donde todo ha sido un desastre, desde las pruebas acuáticas en aguas nauseabundas, a los robos, incluso a atletas y periodistas, a la inseguridad de sus calles, a sus ínfimas comunicaciones, a sus deficientes infraestructuras… todo. Y creerse la contestación oficial - y oficiosa – de que así estaba acordado y allí tenía que ser, sin decir, claro, porqué tenía que ser así, que, a lo peor, era porque los candidatos solventes ya están viendo las trampas más que las ventajas de ser sede olímpica, o el negocio de unos cuantos a cargo de unos muchos…
Desde que Montreal necesitó treinta años para amortizar la deuda acumulada por sus famosos JJ.OO., lo cierto, lo real, la verdad, es que prestigiosas ciudades del mundo como Estocolmo, Cracovia, Oslo, Boston, Toronto, Hamburgo… han ido retirando sus candidaturas y diciendo “no, gracias”, tras haberse postulado para sedes. Muchas de ellas, con una cultura democrática mucho más desarrollada que la nuestra, por supuesto, ha dado tal paso tras haberlo consultado en plebiscito popular y haber recibido como respuesta un NO como una catedral de su formada e informada ciudadanía.
De hecho, una de las inconfesadas causas de la mala situación financiera y económica actual de Barcelona (su deuda pública está calificada por la agencia Moody de bono basura) viene arrastrando, precisamente, desde sus caracoleados JJ.OO. del 92. Lo cierto, es que ya, a partir de Tokio, casi solo se postulan países de turbio perfil político y/o dictatorial que quieren utilizarlos como sede para lavar su imagen. Fíjense en los anteriores de Pekín, por ejemplo, o los que pueden llegar a ser en los del Moscú de Putin…
Así que en occidente nacieron los juegos, y occidente empieza a dar calabazas a los juegos. Florian Kasiske, promotor de los del arrepentido Hamburgo, dice que “en realidad, los Juegos son un gran motor interno para desplazar a los pobres de los centros de las ciudades, y se usa como excusa…”. Terrible, estos Juegos del Hambre. O el prestigioso experto y analista Cristopher Gaffner, que pone el dedo en la llaga: “Donde haya una población instruída, una prensa libre y relativos altos niveles de transparencia gubernamental, se han conseguido celebrar referéndums, y en todos los casos, han decidido rechazar los JJ.OO.”… Un famoso comentarista deportivo de The Observer, Andy Bull, apunta certero que “el COI se ha convertido en un concesionario de derechos monopolísticos, en un negocio que busca obtener enormes dividendos a costa de países y ciudades…”.
Bueno… pues, en otras palabras, a esto se le podría llamar mafia institucionalizada a gran escala. Otra cosa son los políticos populares y populistas que les conviene este inmenso pan y circo, los que están de conseguidores a comisión, los que cobran sintiendo y consintiendo, y los que, por ignorancia absoluta, siempre somos los ocultos y tapados paganos. En pocas palabras, el beneficio de los JJ.OO. es para quienes lo generan y se apuntan a su chupeta, pero los gastos son soportados por los impuestos de los ciudadanos.