JUBILARSE...

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Me inquiere un amigo mío, prójimo para preguntarme, y próximo para jubilarse, que yo, que le llevo más de un quinquenio de oficio, le ilustre si es verdad lo del cambio radical ese que cuentan, si es cierto que trocan las distancias, y las apariencias y las sapiencias, y que hasta el paisaje y paisanaje muda el visaje, y que si, como muchos dicen, el cambio de vida te cambia la vida… aunque esto último suene a tontada elaborada.

            Pero viene a preguntárselo, quizá, al que menos visión tiene de ello, puesto que, al ocuparme en cien ocupaciones, valga la redundante redundancia, ya procuré en su día escalonar los apeaderos más o menos gradualmente, a fin de que la inercia fuera menor, y no me estampase la fuerza que llevaba en mi velocidad contra el andén de la estación términi… Y, poco a poco, fui frenando y despojándome de mis ocupaciones, hasta quedarme en estos escriturajos que leen, en esos programas radiofónicos que escuchan, y en la parte de mis nietos que me corresponde cuando me toca.

            Ahora bien, pasada la etapa de desaceleración, y puestas las velas al pairo, sí… sí que se nota, y mucho, el trajín y los afanes de los que uno se ha desembarazado, y el más o menos tranquilo estar – yo más bien diría quedar, pues uno ya queda más que está, y está más que es – de lo que ahora uno se ocupa y se preocupa…

            Y la sensación que resta, o que a mí me resta al menos, es que después ya no vive uno la vida, si no que la vida lo vive a uno. O dicho sea de otro modo, para que mejor se me entienda, uno se deja (más o menos) vivir por la vida que queda… o que le queda.

            No sé si podría explicárselo mejor a esta persona. Antes se dejaba uno arrastrar por los afanes, y ahora se deja uno arrastrar por las rutinas. Ayer uno se marcaba metas, y hoy solo se anda el día a día, y lo que resta del mañana ya veremos… Desde luego, tranquilo y apacible lo es, mucho más que antes, por supuesto, pero también quizá un pelín menos atractivo… o menos atrayente. Y queda ese poso, ese solaje confuso, de no saber si esto es un premio o un desperdicio, un bien ganado descanso o un descanso bien desaprovechado… Y quizá ya nunca lo sepa, ni falta que me hace tampoco.

            Pero sí que veo por ahí gente válida, tremendamente válida, en aún buen o aceptable uso, que podría estar dando frutos por una auténtica miseria, una, llamémosla digna limosna, que parchee su cada vez menos digna economía de jubilado, a cambio de la experiencia acumulada que puede aún dar de sí. Y eso he de denunciarlo aquí a la vez que informo a mi amigo, aprovechando la oportunidad de explicarle lo que me ha pedido que le cuente…

            Pero la sociedad, las administraciones, son lerdas y obtusas en entender lo que resulta tan obvio, y ni tú, ni yo, ni esos que veo, se lo vamos a hacer comprender. Quizá los que vengan después que nosotros… Tú, limítate a hacer lo que te guste hacer y quieras hacer por ti mismo y para tu propia satisfacción moral e intelectual, no sé si me explico… Eso sí, naturalmente, procura que siempre te guste algo, por extraño que sea lo que te guste. Algo a lo que agarrarte, en lo que emplearte, en lo que usarte a ti mismo… Y esto no es cuestión de inteligencia, no, es cuestión de supervivencia. Si no, estás perdido, amigo mío…