JUBILATAS

Resultado de imagen de jubilados en pie de guerra

Yo me apunto al chiste de Sabiote, en que dibuja a un jubilata con gorra de jubilata, bufanda de jubilata y cara triste (de jubilata, claro), diciendo como para sí mismo: “con nuestra pobre pensión ayudamos a hijos y nietos, pero la defendemos solos”… Lapidario, pero cierto. Se podrá decir en descargo de esa verdad que, bueno, hombre, claro, es que los hijos e hijas (véase que observo la parida de la paridad) están trabajando – los que tienen esa suerte – a esas horas…

            Pues no digo yo que no, pero hay muchos, demasiados, con los que esos susodichos pensionistas reparten su escaso amasijo. Y otros muchos, muchísimos, que trabajan pero apenas cobran, con pagas de miseria, y que nos lleva de nuevo al principio. Porque para defender su salario de mierda, han de dejar a sus hijos a cargo de los abuelos, que también… Por eso mismo, repito, que nuestro dibujante ha dado con su plumilla en la diana. Breve, bueno y certero como el primero. El mejor homenaje al maestro Forges, que donde ponía el ojo ponía el comentario…

            Si todos los jubilados, como un solo hombre y hombra que arrima el hombro, actuáramos en consecuencia ante la responsabilidad política, seríamos nueve millones y medio de votos, y eso habría de ser más que suficiente como para abatir y levantar gobiernos. Imagínense entonces, si a esos nueve millones y medio de papeletas hartas de la cartita de la Báñez – que su 0,25% se lo meta por donde las cabras fanrican bolas – se les sumasen los millones de afectados directos o indirectos por las pensiones de los puñeteros viejos. Calculen los/las del culo.

            Y digo los/las del culo, porque, al fin y al cabo, nos guste o no nos guste a los jubilarras, nos estamos quedando en los del culo del cubo, el solaje de la regadera, los garbanzos pegados al culo de la olla. Pero, gracias a Dios, los que aún nos acercamos cada cuatro años a la urna de votar con la garrota. Y aún podemos usarlas. Me refiero a la urna y a la garrota. Y ustedes ya me entienden…

            Por eso, el chiste del sabio Sabiote me ha hecho pensar en aquello tan crudo y políticamente incorrecto que también dijo alguien – no sé si fue Einstein - pero que también hago mío, de que “yo no amo a la humanidad, yo amo a las personas”. E igual lo siento así, y me asiento en ello. Me es difícil amar a la gente, muy difícil, porque la gente acaba por fallarte y por apuntarse a ser gente… o inserso, o lo que sea, ya me entienden. A cosificarse. Prefiero amar a las personas, porque se hacen únicas y próximas, y cercanas cuando hay acercamiento mutuo. Los que se gentifican para diluirse en el mogollón del fiestorro no es lo mismo que los que se unifican para conseguir un bien común. Divertirse juntos no se parece en nada a trabajar juntos, no sé si me explico, Perico. El pasarlo bien es egoísta, el trabajar por el bien es solidario…

            Así que me alegro mogollón (he estado escribiendo muchos años sobre esto) que los jubilarios hallamos salido de los armarios. Y que nos tiremos a las calle a protestar (aún hay pueblos donde están cómodamente abingados en sus pensionados – de pienso – hogares del pensionista) y que reivindiquemos con la fuerza que en realidad tenemos. O que aún conservamos. Y que les hagamos saber al personal que solo pedimos lo que es nuestro y se han gastado en otras cosas. Y lo necesitamos para poder vivir dignamente lo poco que nos queda de vida y para ayudar a los nuestros en lo que podamos. Solo lo queremos para eso, y para eso mismo lo guardamos entonces