LA BUENA (O MALA) VOLUNTAD

La Navidad encima y mis zagales encueros… Las fiestas de este año se nos presentan raras, no anómalas, que anómalas lo vienen siendo todas desde el principio. La Navidad es la mejor muestra de una tradición truncada, cuando no asaltada, okupada y falseada… Pero, bueno, vayamos al tajo de lo de hoy: El Cóvid nos obliga a enfrentarnos a unas festinavidades, al menos, extrañas. Las autoridades sanitarias y políticas (son las mismas sin deber serlo) se encuentran en medio de un fuego cruzado: por un lado, lo aconsejable, o sea, la salud de la población lo primero, que no se nos desmande la pandemia, y, por otro, la santa costumbre aliada con la economía… aunque la verdadera, la auténtica, la genuína Navidad, nada tenga que ver con la economía.

Preveo que se va a intentar – más débilmente que con fortaleza – nadar entre dos aguas (gobierno central y comunidades), entre un sí pero no, anda y seamos prudentes porfa… y rezar de cara al pesebre navideño para que pasen pronto. Jesusito de mi vida… y que, aunque se va a armar el Belén, que deje los menos daños posibles y los menos muertos entre los polvorones, porque ya se piensa en pagar el pato y el besugo con una cuesta de Enero añadida a un repunte de la infección, con la correspondiente reata de ingresados, uciados y fallecidos enganchados al vagón de cola – de recogida - de la pandemia…

Para saber por lo que se apuesta, los edilatos ya están colgando las luminarias urbanas, de momento… “Al menos, que el espíritu navideño reine en nuestras calles”, dicen, revestidos de púrpura y pura demagogia vecinal. Yo no sabía que el espíritu estaba en esos millones de leds puestos a lucir, y, por otro lado, habríamos de entender que, si se ponen, será para alguien, ¿no?.. Quiero decir que si hay toque de queda no queda nadie en el toque, y si se mantiene el confinamiento perimetral, como no sea para verla por las ventanas y aplaudir… que para eso si estamos entrenados… La navidad es consumista (no por naturaleza, si no por interés), por lo que tiendas, almacenes y grandes áreas (puede que para ellos se pongan las luces) están esperando el negocio navideño como agua de mayo… Ya se sabe, que si los puestos de trabajo y todo eso…

Luego está la todopoderosa hostelería. Si le quitan los tardeos, tan navideños ellos, los copeos y los recreos, son capaces de pegar fuego a las Tullerías. No quiero imaginar lo que vá a ocurrir con las desaforadas “comidas de empresa” que hemos convertido en auto sacramental navideño de pantagruelismo sagrado. Lo veremos… Y, ya por último, estamos las familias con nuestras muy santas ajuntaeras, que también tenemos derecho a “conciliar” con los nuestros en fechas tan señaladas, destacadas y cantadas, campana sobe campana y sobre campanas una, asómate a la ventana… otra vez. Ya tenemos númerus cláusulus propuesto: la media docena. Se aventura hasta la patética y risible ocurrencia de que un cuñado, o una suegra, - tópicos que no falten – actúe como “Agente Cóvid”. El guardia que ha de velar porque se guarden las normas. ¿A toque de pito o de villancico?.. Ridículo.

Todo esto gravita sobre las mesas de unas Nochebuenas de zambomba y Nocheviejas de uvas y borrachera entrañables, como también sobre unos Reyes que, sin cabalgata comercial y sin corbata tradicional, ni van a ser Reyes, ni van a ser ná… ¿Qué va, pues, a pasar?. Se admiten apuestas. Yo borro del cartón el número de la bajada de calzones hasta los tobillos…

Solo tiene un atisbo de bueno, muy poco, casi nada… y es que, paradógicamente, lo que para la inmensa mayoría del personal será una anti-navidad, nos retrotrae a la puñetera genuina Navidad, sin excesos luminarios, sin galerías comerciales, sin más quedadas que los íntimos alrededor de una frugal cena y del auténtico misterio de la Navidad para el que lo quiera entender… Paz en la tierra… a lo que hemos añadido el cordero, las gambas, el jamón y el Moët Chandón… sumados a los aparentes regalos, consumismo desaforado, vestiduría de trinca, peluquería para la ocasión y Coñac Napoleón… a los hombres de buena voluntad.

Y voluntad no nos falta. Solo que dirigida en un sentido tan navideño que es antinavideño. Pero, sea como fuere, hágase nuestra voluntad, aunque no sea la voluntad correcta. Es la que cuenta. Y la que toca. Y la que nos vale…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ - http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo