LA CABINA
- Por miguel-galindo
- El 13/02/2017
Antonio Mercero escribió el premiado guión de La Cabina, corto de televisión de la época, que no se dejó de ver en ninguno de los hogares españoles de aquella década prodigiosa. Solo las generaciones más jóvenes desconocen, y quizá que tampoco, la imaginativa y famosa peliculita de La Cabina. Como ahora se cumplen años de aquella efemérides, me voy a permitir reescribirle el guión a Mercero, actualizándolo una mieja. Con su permiso…
En una calle gris de una ciudad gris, en medio de una de sus calzadas más transitadas se divisa, a lo lejos, una cabina de la red telefónica. Zoom a la misma y a su inmediato entorno. Tras un primer fundido en negro, reaparece el lugar, a media distancia. Los transeúntes cruzan por detrás y delante de la cabina, acelerados en sus cotidianos quehaceres, cada cual en su trajín, y aparentemente ajenos a la existencia de la misma… Al fondo, una figura vestida de riguroso terno negro, con paraguas negro, negro sombrero y portador de una cartera negra, se aproxima con sus características grandes zancadas, deteniéndose delante de la misma. Es, naturalmente, José Luís López Vázquez, que duda, mirando su reloj. Mueve su bigote, arranca, se para en la puerta, vuelve a dudar con su sus ojos de carnero degollado en primer plano, hace su acostumbrada mueca caballuna, y, al final, con dos pasos salteados, entra en la cabina.
Saca una moneda, marca, espera… Nada, no hay señal, rictus lopezvaqueño de fastidio, y nuevo intento. Ni mú. Otra vez… Tampoco. Cuelga, recoge sus bártulos e intenta salir. La puerta no abre. Forcejea con ella. Cerrada a cal y canto. Comienza a sudar, con rostro alarmado forcejea con ella, empuja, la aporrea, pero la puerta está sellada. Está preocupado, y se vuelve hacia los viandantes, gesticulante, en petición de socorro…
Pasan un grupo de ciudadanos de Ciudadanos, y se paran, toman nota, le hacen entender por señas que ellos no pueden hacer nada, pero que se ocuparán de transmitirlo a la municipalidad para que obren en consecuencia y vengan en su ayuda, que no se preocupe… Pasa el tiempo, el sol aprieta, y don Pepe Luís se angustia cuando pasan unos del Psoe, que, solícitos, le comunican a través de un cartel escrito con prisas que tienen que resolver asuntos personales urgentes, pero que luego, vendrán a auxiliarlo, que espere un poco… Está realmente asustado… un momento, se acerca otro grupo de personas, éstos son del PP, y le aseguran que van a venir inmediatamente con gente de la compañía a socorrerlo, que ellos se encargan de todo, que tranquilo, que para eso están… Pasan horas, está deshecho, y unos cuantos de Podemos se aproximan, se burlan, se ríen, le hacen muecas, le llaman burgués de m… y le dicen que le está bien empleado…
Ya no puede más, llora… Suena el timbre del teléfono de la cabina. De un salto, súbitamente esperanzado, con los ojos saliéndose de sus órbitas, se aferra al auricular gritando… ¡¡ socorro… dígame… ayuda..!!. Al otro lado de la línea, al fin, se oye una voz. Es Trump… J.L.Vázquez se pone lívido, y muere de un ataque fulminante al corazón.
No ha sido necesario mover ninguna unidad para llevarse la cabina y volver a plantar otra de nuevo. Se han ahorrado medios, y se ha mejorado el sistema…