LA CASTA POPULISTA
- Por miguel-galindo
- El 22/11/2016
El artículo de ayer, antes fue comentado entre amigos. Es un tema candente y actual en los medios, e histórico en los anales. Es normal, entonces. Y alguien apuntó que mucho se está hablando del qué y de los porqués, pero poco, muy poco, de lo que hay que hacer para revertir tal amenaza. O sea, se sabe del auge de los populismos, y los motivos de tal auge, pero nada del remedio a tal problema…
…Así que, independientemente de lo que salga esta tarde de materia en el programa de Radio Torre-Pacheco La Pinza – 7 tarde - sobre el tema, intentaré orientar el de hoy en tal sentido, pues mi interlocutor la verdad es que tiene toda la razón del mundo. Lo que pasa es que tampoco es muy fácil para un comentarista de cuarta división el señalar las soluciones a un problema tan complejo. Sin embargo, y aunque solo sea por aportar mi muy humilde opinión, sí que puedo llegar a pensar que, si conocemos las causas, y creo que las conocemos (ya las enumeré en mi anterior), podemos convenir que habría que combatir la tal amenaza con lo opuesto a aquello que ha provocado su advenimiento.
Basándonos en esa reflexión, yo creo que la política, tanto a nivel europeo, nacional, territorial o local, debería ocuparse y estrechar relaciones más directas con la ciudadanía, terminando con el distanciamiento que ha provocado la invocación a los populismos. Los políticos, desde el nivel más bajo al más alto, se han hecho tan elitistas de sí mismos, se han alejado tanto de los ciudadanos, han perdido tanto su contacto con la base, que han venido los flautistas de Hammelin a contar y a cantar lo que la gente quería escuchar, y se nos están llevando al despeñadero por donde prometieron echar a las ratas, para así poder adueñarse de Villa Democracia y hacer de ella su cortijo propio.
Por lo tanto, desde el primer parlamentario europeo al último concejal de pueblo han de convertir el desencanto en ilusión de nuevo. Han de regenerar la vida política cambiando distanciamiento y corrupción por acercamiento y atención, y volver al diálogo, al contacto directo, a la generosidad y a la honestidad, que son ya un lejano recuerdo de lo que empezaron a ser las democracias. Han de impulsar la cohesión social, fortalecer el estado de bienestar que se ha perdido en beneficio de sus intereses y bolsillos, y devolver a los votantes el orgullo de sentirse ciudadano de un pueblo, una nación o un continente…
Eso es lo que yo creo que debe ser el antídoto para provocar la reacción antipopulista. Es urgente reconciliar a la ciudadanía con un proyecto común… La UE ha de volver a centrarse en las personas, en ser paradigma de los derechos humanos, y convertirse así en una gran potencia social, política y cultural para todos y cada uno de los europeos. No conozco otra fórmula. No entiendo otra manera.
En pocas palabras: Los políticos han de dejar de ser casta para convertirse en conciudadanos. El populismo, al fin y al cabo, no es más que otra casta enraizada en el rechazo a la casta política convencional. Y lo hace desde el reclamo fácil del insulto, la provocación, la chulería y la fórmula populista de convertir las instituciones del estado en una escupidera, sin la menor actitud de educación y respeto hacia la democracia como institución. Con el desprecio hacia todo lo que no sea lo que ellos defienden. Pero lo único que persiguen es destruirla para así imponer su propia prepotencia. Es una estrategia zafia, burda y desproporcionada, en cuya trampa no debemos caer. De nosotros, y de nuestros políticos actuales, depende que lo consigan, o que, por el contrario, desaparezcan…