LA CORRUPCIÓN

Resultado de imagen de LA CORRUPCIÓN

Karl Marx ya escribía que nunca ninguna revolución había ofrecido espectáculo tan bochornoso en la conducta de sus políticos como la española. Que ya en 1.854, los partidos que formaron la coalición, fueran de Narváez, fueran de Espartero, “solo se habían procurado de repartirse el botín de cargos, empleos, salarios, títulos y condecoraciones”. ¿Les es familiar tal retrato?. Y señalaba el reparto de las embajadas como “la encarnación de la corrupción española".

                        Más tarde, ya en 1.930, en una magistral conferencia en el Ateneo madrileño, Manuel Azaña proclamaba y reconocía que la corrupción en España es que “lo más granado y oportunista de la sociedad se aplica a vendimiar el poder”, haciendo suyo aquello de Javier Burgos: “hay mucha gloria que conquistar, mucho poder que afanar, mucho dinero que ganar…”. Y, volviendo a Azaña en tal intervención, “es un sistema que propone la felicidad a un país, enriqueciéndose ellos y sus secuaces”.

                        Parece que no hayan pasado casi noventa años desde que fueron dichas tales palabras. Son tan frecuentemente actuales que encajarían sin variar una sola tilde en el día de hoy. La propia dictadura que usurpó y acabó con la República, heredó también el sistema de corrupción intrínseca, si bien, eso sí, que ocultada, silente y silenciada, y protegida celosamente dentro de la propia dictadura. ¡Pobre del que osara denunciarla!. Sin embargo, hasta el propio Dionisio Ridruejo, falangista puro de origen, ya soltaba en 1.961 lo de “la violencia represiva y corrupción metódica del régimen”. Y se atrevió incluso a añadir: “la corrupción, que alcanzó la dimensión del reparto de un botín de guerra, con el obvio resultado de la miseria desesperada y silenciada de los más pobres, y la prosperidad casi inverosímil de los más ricos”.

                        Y a la dictadura siguió la democracia, pero la corrupción ya es casi de naturaleza social en España. Sobre todo en la clase política que deriva de esa misma sociedad. Hoy, salvo muy honrosas y contadas excepciones, por lo general es que el político trepe hasta asegurarse una buena puerta giratoria, al menos y como poco. Es una manera de enriquecerse y posicionarse en las influencias, posición y riqueza. Hasta en los ayuntamientos se percibe el acomodamiento y seguridad económica de alcaldías y concejalías en muchos ediles…

                        La sentencia 214/2018 de un Tribunal Supremo que viene a confirmar la permanencia en la política española de una “estructura de corrupción” es clara y definitoria. Lo juzgado no se limita a un hecho puntual y concreto. El fallo es una declaración formal de un alto tribunal de justicia de que nuestra clase política – quizá la sociedad por entero – está instalada en una estructura de corrupción.

                        Una estructura corrupta que alcanza las propias leyes electorales de un país cuyos políticos solo aspiran a posicionarse en la escala de los privilegios y protección de sus partidos, que cada vez se parecen más a organizaciones tipo Cosa Nostra. Las listas abiertas, donde cada candidato responde por sí mismo ante sus electores, sería un buen comienzo. Solo ante el peligro. Sin estructuras mafiosas de poder donde ampararse. Por aquello, claro, de que la corrupción española nunca mea sola. O lo que sea.

                         

Si nos envía su petición a admin@escriburgo.com le suscribiremos gratuitamente a las MIGAS diarias de Miguel Galindo

El próx. Viernes, 02/11, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7 SIGLOS DE GARANTÍA. No se lo pierda