LA CULTURA

 

Por mucho que dé marcha atrás a mis recuerdos, siempre, siempre, me he sentido unido a la cultura, a la lectura, a la escritura, a estar junto a lo que nunca ha dejado de ser mi lugar natural, incluso en épocas – mis primeras conocidas – en que escribir y hablar, sentir y exponer, expresar, era un ejercicio en que “había que cogérsela con papel de fumar”, y ustedes sepan disculpar mi ilustración del hecho, para que se me entienda... Desde aquellos primitivos clubes: Camping y Fénix, de mis primeros tiempos, hasta fechas últimas y recientes, pasando por todos mis intentos de buscar digno padrinazgo a libros perseguidos por la censura y de sembrar círculos de lectura por doquier, en una especie de nicotina básica de la que jamás, nunca, he podido prescindir de ella, ni tampoco he querido hacerlo… Aún dentro de mi testarudez, mediocridad o medianía, que eso ya lo sabemos.

Estaba haciendo aquella “mili” (servicio militar obligatorio, para los que ya no sepan su significado) y no podía desligarme, ni de coña, de aquellos Certámenes Literarios que se seguían haciendo en Los Alcázares, en el mismo Balneario de La Encarnación que hoy sigue abanderando la cultura en mi primer pueblo, y siempre con la inestimable colaboración de fondo de mi amigo mayor, Carlos Fuentes, “poeta del régimen”, como se le conocía, pero que sin su aval y respaldo no había garantía ni “fiat” ante aquel Gran Hermano que eran las Jefaturas Locales del Movimiento, que imponían censuras y tonsuras a cuánto se movía. Carlos era el esteta que valoraba más la cultura que la censura, y siempre se lo reconocí así, como siempre se lo reconoceré en su memoria…

Allí, desde aquel destino en el cuartel, quitaba tiempo al tiempo, a refuerzos e imaginarias, para poder emborronar unos cuantos folios que merecieran la pena… La verdad es que, de tres o cuatro trabajos que enviaba, siempre pescaba algún premio, alguna mención, algún accésit. Tenía mi método, es cierto: durante las largas guardias nocturnas, daba vueltas a media docena de ideas que se me paseaban de rondón, y que podían encajar en aquellas especies de justas (Juegos Florales llegaban a llamarse en su máximo esplendor), así como también madurar la fórmula, el método, o la estrategia si quieren, de cómo burlar aquella censura omnipotente, para decir lo que quería decir, y dar a entender lo que deseaba que, en el fondo, se entendiera… Luego, en el destino militar, lo desarrollaba en colaboración directa con la papelera. Un día, mi jefe, el Teniente Tapia, no sin cierta sorna, me dejó caer que la contabilidad de aquel almacén que me confiaba, “arrojaba ciertas ideas que, aún por interesantes, no dejaban de ser inquietantes”… Me aconsejó que rompiera “los números” antes de tirar los borradores de “las cuentas” a la papelera. Bendita sea también su memoria amiga.

Y fui recordando todos estos tumbos el día de hace poco, en que pusimos en valor de programa radiofónico mi artículo “Efemérides”, en el que se “efemerizaban” quince años de colaboración ininterrumpida con esta emisora que me acoge y me protege, en éste, mi segundo pueblo, con sus seiscientos temas desarrollados de distinta naturaleza y pelaje, y lo que es más importante, sin censura previa ni posterior… Y darme cuenta, quizá, que eso que los que me acompañaban calificaban como “de mérito”, en realidad no cabía meritaje alguno. Viéndolo desde su correcta óptica, eso que celebramos VA en mi naturaleza, tánto posiblemente, que ya ES mi naturaleza… Y, amigos míos, nada que sea natural puede considerarse meritorio. Ni siquiera sé si he podido aprovechar tal disponibilidad convirtiéndolo en oportunidad... Yo creo que no.

Es que, en ese programa de marras, y en el siguiente incluso, “Lectores y Escritores” creo que se llamó, los que me suelen seguir me asaetearon sobre la posibilidad de formar un grupo, un taller, un algo, de lectura-escritura, en que pudiese desarrollar esta aptitud para que otros pudieran aprovecharla… Que parece mentira – me decían – que los responsables culturales de por acuyá, etc., etc., etc., ya saben… Normalmente, se suele presumir de aquello que se carece, y espero perdonen mi cruda sinceridad. Y, es que, cuando tanto se insiste en ello, y tantas personas, pero ninguna da el paso ni arma ninguna iniciativa al respecto, es porque “menos lobos, caperucita”, ya me entienden los que me comprenden…

Solemos echar esa especie de “responsabilidad” en los “encargados culturales” que se autovitolan y comen de eso. Vale. Es un bonito oficio del que vivir. Pero eso no quiere decir que tengan que ver lo que no quieren ver. A veces, una recomendación política sirve más a su nómina que una recomendación práctica… A veces, vale más la voluntariedad y el apego, “la querencia” diría yo, por la Cultura, que los puestos que medran y “hiedran” de ella… Fíjense, por ejemplo, en el de uno de mis dos pueblos (el vecino), con su hipocampo cultural campando independiente, dando sopas con onda a los ediles, dependientes de empleo y paga culturoficiales, tanto del uno como del otro lugar… Por eso que me emocione, casi hasta la lágrima, que un Tulio Galantini me pida permiso para reproducirme en su programa de radio, allá, en la Patagonia argentina…

Miren, aquí solo existe una única cosa importante: la Cultura. Nada más que eso (y nada menos), pero entiéndase por Cultura – en mayúscula – la no dirigida, ni estandarizada, ni oficial ni oficializada, que, aún siendo también cultura, lo es, pero con minúscula… Las personas que tanto me dicen querer encontrarla, practicarla y organizarla, no deben pedírmela, si no mostrármela: la cesión de un lugar; los medios y la posibilidad; la accesibilidad y la libertad; la actitud y la aptitud… en fin. Que es solo cuestión de pura y dura voluntad, nada más. Por eso mismo, yo dudo que todas esas llamadas sean otra cosa que cantos de bienintencionados sirenos y sirenas. El movimiento, eso dicen, se demuestra andando. Es un principio físico… Y se hace camino al andar, que es un principio moral.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com