LA FARSA
- Por miguel-galindo
- El 14/01/2016
Está muy claro que Más aguantó hasta el último minuto antes de poner su rueda de recambio, “Pelosmont”, a dar la cara por él, pero que no tenía intensióalguna… ninguna más bien, de convocar unas nuevas elecciones en las que, lo sabía perfectamente, él y los restos de su partido habrían sido borrados del mapa político de mala manera. Es una forma de salvar sus muebles, ya que no su dignidad, y una forma también de guardarse un carnet que mañana le puede servir aunque solo sea para presentarse como “conseller adjunto de la barretinada estelada de la butifarra trabucaire del país catalá”. Y que su gemelo el pelo tampoco tiene la confianza de los de la CUP lo prueba el que de todos sus diputats solo lo han votado los justos para obtener la investidura, absteniéndose el resto… A buen entendedor…
Y es que la mentira es el último recurso de los partidos y los políticos derrotados e insumisos. Y esto vale y sirve también para los del resto de España. En Cataluña no tiene ninguno la mayoría de los votantes. Ninguno. Pero secuestran y suplantan el poder y el gobierno como si la tuvieran, todo adobado y falseado con embustes. Y en el resto pasa lo mismo, todos han sido derrotados, pero todos actúan como si hubiesen ganado. Es el arte de agarrarse a un clavo ardiendo echando la culpa a los demás de al rojo que está el clavo… A todos les falta visión, altura de miras y sentido de estado. Incluso a alguno que otro también le falta la necesaria talla humana…
Los partidos deben convocarse a sí mismos en una reforma constitucional acorde con la realidad de los tiempos y sus reos actuales, y sus líderes deben enfrentar al menos tres desafíos: la integridad nacional, la sostenibilidad política y económica del estado, y el rescate ciudadano del “austericidio” que nos ha llevado a ser el país con mayor desigualdad de toda Europa. Y si los políticos no dan la medida, es la Corona la que debe mostrar su utilidad y demostrar que sirve para algo más que para vestir solemnidades, siendo la artífice de un pacto, y propiciando el entendimiento que hoy, por egoísmos políticos, partidistas y personales, no existe. El Rey debe ganarse hoy su real pan de mañana. Es su responsabilidad.
Porque ahora tan solo asistimos a una farsa, a un triste vodevil de mediocres marionetas manejadas por sus propias ambiciones, a un circo (mañana hablaremoss de él) con su público y sus payasos dividido miopemente en aplaudir sus propias ocurrencias, mientras la gran carpa que los cubre a todos se derrumba aplastando a los pobres e inútiles idiotas. Una pena… una auténtica y verdadera pena.