LA HISTORIA REAL

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La historia suele ser cíclica, y a veces se repite en el tiempo, si bien que evolucionando y adaptándose a las épocas en que se desarrolla. Los que estudian estos casos y estas cosas, no los historiadores, si no los historiógrafos creo que se llaman, a veces observan paralelismos sociales tan acusados que se ven obligados a señalarlos, si bien, claro, que con la debida prudencia y reservas. Pero, ya digo, a veces las claves son tan claras, que, el temor más que la incertidumbre, es el que nos hace mirar para otro lado.

            La auténtica realidad histórica de la caída del imperio romano, no fue tan bélica y drástica como la aprendimos en nuestros limitados – y en parte manipulados - libros de texto. Es cierto que en las fronteras del imperio se acumulaban pueblos, o restos de pueblos, pobres y miserables, que ansiaban, no conquistar Roma, que eso no es del todo cierto, si no por el contrario, ser considerados ciudadanos romanos de pleno derecho, y participar de su nivel de vida…

            Esos vándalos, germanos, alanos… acudían en masa para ser socorridos y asumidos por el imperio. Y se les permitía establecerse y circular dentro de las fronteras del mismo, en tanto eran útiles a la acomodada sociedad romana para realizar las labores de servicio a la ciudadanía que los propios ciudadanos rehuían  prestar. La más perfecta y auténtica precursora de la actual clase media europea. Lo cierto es que los bárbaros útiles también vagaban en grandes grupos por todo el territorio del imperio esperando ser contratados por la burguesía romana y ser considerados así auténticos romanos ellos también…

            Solo tiempo después, ciertas etnias se armaron y presentaron cara a un ya debilitado poder, dispuestos a tomar por la fuerza lo que se les negaba de buen grado, como, por ejemplo, los hunos, o los godos… Pero la caída del imperio romano y la invasión de los pueblos bárbaros fue mucho más gradual, lenta, inevitable, e incluso pacífica, que lo que nos han contado. Fue un desmoronamiento interior más que una conquista exterior.

            Si hoy cambiamos el calificativo de bárbaros por el de refugiados, o inmigrantes, el paralelismo resulta evidente. En las fronteras de la acomodada y autosuficiente Europa se acumulan decenas de miles de refugiados en campamentos inicuos y miserables, donde mueren de hambre, frio, abandono, y sus niños desaparecen en un repugnante mercado humano.- Solo ansían nuestros despojos, y que les dejemos hacer para nosotros los trabajos que ya no nos queremos prestar nosotros mismos. Pero los mantenemos en nuestras fronteras por la fuerza de nuestros ejércitos porque no queremos compartir con ellos ni los restos de nuestros derechos y nuestra comodidad. Esto vale también para los más pobres pueblos inmigrantes. De hecho, son los mismos bárbaros de Roma que hoy, lo único que desean es la ciudadanía europea.

            Lo que pase después no lo sabemos, pero la historia nos habla de una decadencia moral que provocó un hundimiento material donde, los más pobres, se repartieron las sobras de un imperio caído. Y de ahí surgió una nueva cultura, híbrida, recompuesta, mezclada, no sé…

            Y creo que fue Heródoto quien dijo que “una civilización que no es justa y solidaria, merece ser conquistada y anulada, para que de ella nazca otra mejor”. Esa es la justicia que aplica la Historia. Ineludiblemente.