LA HISTORIA Y LOS FANTASMAS

La importancia de la Memoria Histórica

Hay varias maneras de explicar la Historia sin salirse de la verdad. Y eso es la singularidad que diferencia a cada país… Por ejemplo, a diferencia de lo que ocurrió en Europa occidental tras la II Guerra Mundial, donde la democracia derrotó al fascismo, aquí, en España, fue el fascismo el que derrotó a la democracia. Un dictador, por cierto, que pronto se despojó de su etiqueta fascista – a pesar de haber dado el golpe con la ayuda de Hitler y Mussolini – como pronto también esas mismas democracias traicionaron a la democracia, aceptando y pactando con tan sanguinario sátrapa, empezando por los propios EE.UU. of América, el principal vencedor del fascismo europeo. Esos son los hechos.

            Nuestra guerra civil, por lo tanto, no duró tres años, si no cuarenta y tres, a la muerte de Franco, o aún tres años más, cuando nos dimos la Constitución… y, si me apuran, aún coleó una interfase de tres más, hasta que fracasó el último intento de nuevo golpe de estado, en el 81, en que ya se instaló definitivamente la democracia en este país. Igual que al renunciar la Corona, también definitivamente, a apoyarse y fijarse por medios golpistas y fascistas (recuerden la de Primo de Rivera, por ejemplo) y convertirse en una monarquía parlamentaria al servicio de un sistema democrático.

            La cuestión es que no todos los países lidian igual con su historia. Alemania mismamente. Tardó sus buenas décadas en reconocer el error de la supremacía nazi, y asumir las responsabilidades de tales errores y horrores. No tiene empacho hoy en pedir perdón a todos los países por las víctimas ocasionadas, y acudir a cuanto acto de reconocimiento y desagravio organicen (últimamente en Polonia, sin ir más lejos). Los alemanes han sabido asumir su propia historia y sus consecuencias. Al menos oficialmente y desde sus gobiernos habidos desde entonces

          No así en España. Vaya en nuestro descargo que, comparativamente, nuestra democracia lleva poco recorrido histórico al lado de las europeas. Llevamos con ellos, al menos, cuatro décadas de retraso. Pero es el caso que aquí aún no se ha producido esa condena del franquismo, ese reconocimiento de nuestro genocidio interno, esa apertura humanitaria de fosas comunes que la ONU nos lleva reclamando esas mismas décadas que llevamos de democracia, y esa triste Memoria Histórica que arrastramos, paralizada y desactivada aún, por una falta, precisamente, de decisión democrática de nuestros gobiernos. Una tarea inexcusable, aún por abordar, precisa para ya suturar la herida que aún sigue abierta en este país: la de cerrar, definitivamente, nuestra sangrante historia humana de una guerra civil inhumana.

            Ese es nuestro atraso para con nosotros mismos y nuestro retraso con Europa. Nuestros socios continentales pueden esperar, pues, al fin y al cabo, también ellos tuvieron la culpa histórica de entronizar una dictadura que debieron erradicar, traicionando así a la propia esencia democrática. Pero con lo que respecta a nosotros mismos, no podemos atrasarlo más. Es absolutamente necesaria una reconciliación nacional, pero para eso hay que permitir que los que perdieron puedan enterrar y honrar a sus muertos con la dignidad humana que merecen.

            Pese a quienes pese. Existe un partido ultra, herederos residuales de aquella derecha brutal, que pondrá cuantos palos en las ruedas sean necesarios para hacer descarrilar ese proyecto. Al igual que existe otro extremo (aparentemente contrario) que quiere capitalizarlo para su exclusivo interés, y para dar, precisamente, otro golpe de estado contra la monarquía parlamentaria constitucional de este mismo país. Una monarquía, por cierto, que ha posibilitado la existencia de ese dislocado, inculto, degenerado e ineducado republicanismo, en aras de esa misma democracia, y que, incluso, ha reclamado para sí el legado de aquella II República en el homenaje del actual Rey, como símbolo del Estado, a los republicanos españoles que lucharon con los aliados y tomaron París (la novena)… precisamente con ausencia en los actos – es curioso – de estos neorepublicanos de pacotilla y bandera.

            Dice Javier Cercas en un magnífico artículo, del cual he sacado la idea para hilvanar éste mío de hoy, que “no está en juego el pasado: está en juego el futuro”. Y esa es la única verdad, después de todo. El pasado es un fantasma al que aún no hemos enterrado, y mientras no lo hagamos, España seguirá siendo un país de fantasmas. A la derecha y a la izquierda del espectro. Y, como ustedes ya saben, los fantasmas son intemporales, no tienen presente, ni tendrán futuro…

 

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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