LA IMAGINACIÓN AL PODER

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Hay pueblos donde se están cometiendo grandes y graves errores. Y esos errores se pagan y se pegan. Se pagan con votos, con pérdida de confianza, con desilusión, con sentirse defraudado, con expectativas enterradas. Y se pegan al retraso de esos mismos pueblos como una roña de mugre de la que ya resulta muy difícil desprenderse, pues son ocasiones perdidas que se van acumulando una encima de otra formando una costra de atrasos que oxida lo que un día fué, hubo y tuvo. Y se entregan a una decadencia lenta e inexorable…

 

                Centros hospitalarios, escuelas universitarias, puntos de referencia territorial en materias de interés público… Por supuesto, se pueden argüir motivos legales y/o problemas administrativos que lo impiden. Y hasta puede ser que así sea, aunque a veces no… Pero los problemas lo que necesitan son soluciones, no rendiciones. Se puede incluso alegar que hay que ser prudentes, sí, claro, pero a veces confundimos la prudencia con la parálisis. Cualquier gobierno debe ser, ante todo, imaginativo, porque si se limita a ser un gobierno solamente administrativo, acaba por ser un gobierno meramente funcionarial, nada más… y para eso basta con un gerente y los propios funcionarios, como hacen en muchos pueblos del norte, y funcionan mejor y más barato. En una palabra, para labores de mantenimiento y servicios festivos y administrativos no hace falta gastarse un duro en políticos ni pagar tantos impuestos…

                Se dice, se cuenta y se comenta, se justifica, entre otras cosas y casos, a un suponer, que hoy te expones por menos de un chavo a una denuncia por competencia desleal, sin ver, por ejemplo, que para que una competencia sea desleal lo primero que tiene que haber es competencia… Yo recuerdo que desde organizaciones que sí disfrutan de amparo administrativo, como las Ampas, a mal comparar, sí que se hace una competencia absolutamente desleal para con las librerías, que pagan sus impuestos, y, sin embargo, esto se justifica con el mantra de que beneficia el interés ciudadano. Y eso va a misa. Pues igual que lo otro, ¿o acaso no va en interés ciudadano cualquier de los ejemplos dados al principio?..

                Se dice, se cuenta y se comenta, se justifica, entre otras cosas y casos, que en tales entidades hay profesionales que cobran de sus trabajos, y eso les confiere, ipso facto, la etiqueta de empresa con ánimo de lucro, pero ¿acaso los propios ayuntamientos no pagan a sus profesionales contratados y eso no convierte a los ayuntamientos en empresas con ánimo de lucro?.. Conocemos incluso centros y escuelas de formación que esos mismos municipios mantienen, miman y amparan, y pagan a profesionales que prestan tales servicios… ¿Entonces..?

                Entonces ocurre que salen las dos varas de medir trajes, y se nota demasiado la injustificabilidad de los agravios comparativos. Pero estas administraciones siguen siendo, como al principio indicaba, como un coche, sí, con el motor arrancado, sí, gastando gasolina, también, pero parado en su sitio. Que no anda. Que no se mueve del lugar donde está. Que no avanza. Que deja perder cuanta ocasión se le presenta  para ponerse en marcha. Un coche con un motor gripado, acobardado, no es un coche, sino una cafetera en el fuego que pita desde la cocina.

                A veces – me comenta un amigo – el eventual aliado de los palicos en las ruedas está en el propio socio de gobierno, que juega su estrategia de destruir juego para que el titular que gobierna no se apunte un solo tanto que ensombrezca sus opciones en unas elecciones a la vuelta de la esquina. Que hoy colegas y mañana competidores. Que el mejor enemigo de mañana es el peor amigo de hoy. Y esto sí que es competencia moralmente desleal. Que mira lo que te digo… que cuando santa urna bendita anda cerca, lo mejor es que el marcador del partido esté a cero. Así que, o jugamos a poner zancadillas (que es lo que está pasando) o nos cargamos al que punta los goles en el tablero…

                Pues todo puede ser. Pero los que pagan, siempre, siempre, siempre, son los propios pueblos, los ciudadanos de esos pueblos, que los ven languidecer, que miran atrás con un mínimo de capacidad comparativa, y les dan ganas de llorar, que comparan tiempos y logros, y pujanzas y ruinas, y que miran adelante y solo ven disputas, culpas, amenazas, de los que en vez de trabajar por el pueblo común se acusan entre ellos, apuntándose a sí mismos con sus escopetas. De huidas estáticas… mientras se cobran de todos los demás. Una auténtica pena.

 

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