LA JUBILACION

(de lamasesoría)

 

Hace una docena de años que me jubilé. No es que me jubilara de mí mismo, evidentemente, pero sí que me jubilé de una parte de vida (la mayor, dadas las circunstancias) en que podría dividirla en tres partes: una inicial (creo que común a todos) de toma de tierra en un mundo y/o sociedad que te es dada por previamente aceptada – o así lo creo yo – y que la tomas como un juego que, o lo juegas, o te juega él a ti, así que… Una segunda parte seguida, apenas sin darte cuenta, en la que tomas conciencia, y no sé si consciencia, de lo que vale ese peine con el que te estás peinando. Un conocimiento somero del tablero en el que has de mover tus fichas, donde se te dice lo que se espera de ti, aunque tú aún no te hayas preguntado lo que esperas de ti mismo.

La tercera parte es una especie de asunción de responsabilidades. De responsabilidades mundanas, naturalmente, pero en las que se van filtrando sutilmente algo de ese Tí mismo con el que no contabas. Y es que Tú no eres el tú que te han construido y te has construido, sino que viene de viejo y te susurra cosas que no estaban en tu plan de vida consciente, y que pugnan por salir de lo que sea que fuere tu ser inconsciente… Y luchas por tratar de cumplir en ambos casos: por los y por lo que ya consideres de tu responsabilidad, y por mantener vivo ese atisbo de conciencia que se va formando en la consciencia. O al revés.

No es nada fácil. Tratas de mantener tu herencia biológica y mejorar tu sociedad dentro de tus posibilidades humanas (siete ong´s y multitud de trabajos y servicios sociales), a la vez que vas alimentando tu mundo interior de otra herencia no material, el cual, en demasiadas ocasiones, choca frontalmente el uno con el otro. No pocas veces he tenido la sensación de estar haciendo lo opuesto a mí mismo, sin saber a qué Mí me refiero.

La cuarta y ya última parte, y más corta de todas, por cierto, dado lo que me resta, es, quizá, la más auténtica de ese Mí mismo, al que aludía antes… Puede que sea, aunque no lo sepa con absoluta certeza, en la que mejor pueda cumplir con mi propósito interior, o quizá debo decir anterior: hacer lo que más me satisface, que es compartir con todos ustedes lo que pienso, sé, y creo que es. Información trascendental (para mí, claro) de un conocimiento acumulado y atesorado durante todo ese tiempo, que creo que debo comunicar, compartir, y no guardar para mí solo, pues no es de naturaleza propia, sino universal.

Puede sonar a presuntuoso por mi parte, pero lo siento como una necesidad más que como una obligación, si les soy sincero. Así que dedico mi jubilación a esto que ven: a leer más aún de lo que he leído en mi vida, dentro, claro, de los cauces que dispongo y que se me han facilitado para hacerlo, y esforzarme por mantenerlos abiertos y activos (aunque entramos en aciagas épocas de censura), que de todo hay en la viña del Señor, como reza el dicho.

Doy por supuesto que podría haberlo hecho mejor, mucho mejor… Si hubiera elegido otros caminos de salida; si hubiera tomado otras decisiones en su momento y día; otros rumbos, posiblemente habría obtenido resultados mejores a ese aún no muy bien definido propósito. Es muy posible… Y no voy a aducir nada en mi descargo, pues cada cual ha de juzgar sus propias debilidades y sus propias responsabilidades independientemente de como las juzgan los demás. Al fin y al cabo, usamos de un Libre Albedrío que nos fue dado sin haber recibido el folleto de instrucciones del mecanismo de Causa y Efecto. Es algo que debemos adquirir sobre la marcha. “Aprende mediante su uso”, se nos dice.

Pero es curioso si comparamos tan breve, brevísima, fugaz, fantasmal apenas, estancia, con los catorce mil millones de años desde que pusieron a rodar este invento… Y aunque la medimos con los hace cincuenta millones de años solo, en que levantaron al hombre del polvo de la tierra como escenario preparado al efecto de la evolución, y el porcentaje resulta sumamente ridículo… ¿En qué puedo haber influido yo, ni nadie, en este 0,00000002% del total existencial del que estamos hablando?.. Sin duda, resulta tan potencialmente patético y absurdo que dan ganas de reír o llorar, o ambas cosas a la vez, con tan solo planteárselo. Necesariamente ha de existir, por p… lógica, otro factor que desconocemos, o que no queremos conocer…

La única explicación razonable resulta tan tremendamente lógica que llega a asustar: Nuestro núcleo interno existencial; nuestro átomo primigenio personal; nuestro auténtico ser original, ya estuvo por aquí en y con la primera humanidad… Hemos estado evolucionando, al menos durante esos cincuenta millones de puñeteros años, y acumulando vidas a través de nuestra propia e individual existencia, que no es otra cosa que nuestra propia e individual experiencia. Hemos formado parte de toda la historia de la humanidad, pero tenemos la sensación de empezar siempre de nuevo… Todo esto, claro, a nivel general a la vez que particular.

A nivel colectivo, sinceramente, yo no sé si estamos evolucionando o involucionando… Ignoro si ésta, sin duda decadente, etapa de nuestra civilización, es un paso atrás contante y sonante, y tronante, o es un paso atrás para tomar impulso y saltar a una sociedad mejor. Que nuestra cultura está dando las últimas boqueadas, lo tengo pero que muy claro. Las señales de la entropía son inequívocas… y lo que yo pueda haber aportado o desaportado va más allá de lo que creo, o quiero, creer. Tan solo confío en la “justicia” del irrevocable “sistema”. Y metan entre esas mismas comillas tanta cosmología y cosmogonía sean capaces ustedes de creer saber. En esas comillas no existe jubilación alguna. Tampoco vacaciones…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com