LA TORTILLA
- Por miguel-galindo
- El 29/12/2017
Vivimos nuestra vida mirando hacia adelante, sí, pero la comprendemos cuando miramos hacia atrás. Esta frase es mía, o eso creo al menos, pero, es curioso, cada vez que acaba un año y empieza otro, siempre, siempre, inevitablemente, se me viene a la cabeza la ya famosa por conocida de “no se puede hacer una tortilla sin romper huevos”. Y ambas frases están relacionadas, puesto que una sería consecuencia de la otra, ya, vale, pero cada fin de año se me agarra al tarro como una lapa sin saber por qué… o para qué, o qué sentido tiene.
Porque yo miro para atrás – tengo ya más vida vivida que por vivir, esa es otra… - y sí, veo los huevos rotos, pero apenas veo ninguna tortilla. Bueno, esto no es verdad del todo, lo correcto sería decir que veo demasiados huevos rotos para tan pocas tortillas. Y esto me pasa últimamente cada año nuevo que llama a mi puerta. Antes no me ocurría, ni se me escurría. Estaba muy ocupado en muchas cosas, en muchos afanes y trabajos, como para pensar semejantes memeces, que ahora se me aparecen cuando muere el año, como el fantasma de la navidad.
Un psiquiatra (quizá mi amigo Juan) me dirá que es un pensamiento recurrente sin motivo aparente. Y me lo diría, así, en verso, por no decir que es un pensamiento autoinculpatorio con algún adjetivo feo, porque el profesional sabe que recurrente, bueno, pero lo de aparente, es una caridad que hace al paciente, y también lo digo en rima. Que las apariencias no existen, que todo tiene sus motivos y sus causas, y sus porqués.
Y que lo de los huevos rotos son tortillas que nadie se va a comer porque no se han llegado a hacer, y, por lo tanto, tampoco han llegado a ser, y es que no soporto lo superfluo, ni el esfuerzo baldío ni ningún otro lío, y si soy yo la causa, pues entonces es que no me soporto a mí mismo, y que debería hacérmelo mirar… o mejor, olvidar y enterrar.
Pero yo me digo que no sé qué es peor, si haber roto demasiados huevos para tan poca tortilla, o no tener más huevos que romper. O, simplemente, y ustedes sepan perdonarme el exabrupto, no tener más huevos… para nada, puesto que, al fin y al cabo, una tortilla, por mal hecha que esté, siempre es cuestión de tener los huevos que hay que tener.
Así que sí, este año, como en anteriores, se me viene a la testa la malhadada frasecica de que “no se puede hacer una tortilla sin romper huevos” y fabrico mi otra frase, esa con la que comienzo este artículo de hoy de fin de año, del que no sabía qué puñeta escribir, y he aprovechado la frase recurrente anual para salir del paso. Al menos, que sirva para algo, que pueda cuajar una pobre y humilde, y sencilla, torta de pascua, con los restos de alguno de los últimos huevos rotos.
Y aprovecho para desearles a cuantos me siguen y me leen, que el año que nace como nuevo y huevo recién puesto, les sea propicio a todos y cada uno de ellos, y que hagan muy buenas tortillas con los estrictamente necesarios y precisos, y que rompan los justos para cuajarla. Y que sean felices y se coman todas las perdices que merecen…