LAS SOBRAS Y LAS FALTAS

La desesperante crisis de pobreza y derechos humanos en México

Este mes lo llevamos fatal…” me suelta mi mujer, a la que, desde el principio de los tiempos, también le transferí el papel de administradora (puede considerarse violencia machista, quizá, no sé…), en román paladino, y como podrán suponer, esa frase quiere decir que se nos ha juntado un montón de pagos, que si las vacunas de los chuchos, que un par, o tres, de cumpleaños, que si la ITV del viejo coche, que si algún seguro de los muchos, que si el taller del mismo, y algún “que si” más que no recuerdo… En suma, que este mes vamos de culo y cuesta abajo…

            …Y en eso iba pensando yo tras dejarle el tranvía al mecánico, pensando en tomarme un café y hacer tiempo sin grandes dispendios mientras lo arreglaban, cuando, por la misma acera, aseado y dignamente vestido, con mascarilla en ristre, que no a rastras, un hombre me para con un delicado gesto, y me aborda con un correcto “discúlpeme usted, caballero…” mirándome con unos muy amables ojos. Pensaba que me iba a pedir ayuda para encontrar una dirección cualquiera… Pero no, lo que en realidad me preguntó fue: ¿le sobra a usted algo suelto en sus bolsillos que pueda ayudarme a comer algo?.. Torpemente, aturdido, me disculpé alegando la muletilla de que no llevaba suelto… “no se preocupe, señor, ya me las apañaré, muchas gracias de todas formas. Que pase un buen día…”. Con unos modales tan exquisitos como educados.

            Quedé tan descolocado que, antes de doblar la esquina de la calle, me volví, lo llamé, y, atrabucadamente, le dije que al meterme la mano en los bolsillos había encontrado unas monedas que… le di lo que llevaba para el café, los periódicos y la farmacia, todo lo suelto que tenía… Me volvió a dar las gracias cordialmente, sonriéndome con los ojos, y poniéndose el puño con las monedas en el corazón, hizo una inclinación de cabeza, y siguió su camino… En realidad le había mentido, tan solo me preguntó si me sobraba algo para tapar su hambre, y yo le había dicho que no, que no me sobraba nada, cuando me sobraba todo, el café, la prensa, y tantas cosas… Y aún y así, cambié el billete de 50 pavos que estaba procurando no cambiar, y tuve para eso y aún para más cosas que igualmente me hubieran sobrado.

            Recibí un par de lecciones esa mañana: que la necesidad y la dignidad muy bien pueden ir de la mano, y que, posiblemente, en el mundo existan más “sobras” que “faltas”. En otras palabras, con las “sobras” de los que siempre vamos con el presupuesto justo, con meses cuesta arriba, de culo, se podrían tapar muchísimas “faltas” de los que nada más les queda su buena educación a la hora de pedirnos esas sobras que a ellos le falta para tapar un poco su necesidad del día.

            Pero como la sincronicidad existe (aquí no tengo espacio ni tiempo para explicarles el concepto, pero pueden buscarlo en Internet), esa misma tarde leo un informe de Oxfam Internacional donde señala que la pobreza ocasionada por la pandemia está causando más víctimas que el propio virus. El pasado año ya existían 821 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, de los que 149 millones sufrían hambruna, y que este aumento tiene origen en la pandemia. El mismo organismo anuncia que este año morirán de hambre entre 6.000 y 12.000 personas diarias a causa y como consecuencia de ello.

            La frase que corre por ahí de “este virus no discrimina entre pobres y ricos”, y que las bienintencionadas Ong´s dicen que es falsa, en virtud de que los pobres están pagando el pato más que los ricos, he de decir que no, que es verdadera. Que es cierto que el virus no discrimina, pues los que discriminamos somos nosotros. El virus ataca al pobre sin saber que es pobre, como no sabe si al que ataca es rico. Si el pobre es pobre y el rico es rico se debe a nosotros mismos. A que cada cual, a su nivel de riqueza o de “justeza”, no tengamos suelto. Y no queremos cambiar, porque ”se nos vá” ese billete que, según nosotros, no nos sobra.

            Pero no se preocupen, en cuatro artículos más, de lo que hoy me escuece no me quedará ni el recuerdo, y luego, nada, yo seguiré comprando lo que necesito – o creo que necesito – seguiré llevando suelto para el café y un par de periódicos, y seguiré pensando que este mes vamos más justos que el pellejolculo…          

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

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