LIBERTAD.. ¿DE QUÉ?.

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El fallo del Tribunal Europeo condenando a España a resarcir con 14.000 euros a los condenados a un año de cárcel por quemar un retrato del Rey, al considerarse tal acto libertad de expresión, está poniendo al gobierno en una posición incómoda… y delicada. Por un lado, suponen avisos a una deriva cuasi totalitaria en ciertas materias, y por otro, es gasolina que se le regala a los partidos populistas y a los movimientos separatistas, que, por cierto, aún son mucho más totalitarios que el de la deriva… Y es que habría que replantear ciertas leyes impuestas en un clima de mayoría absoluta y absolutista, y cuya tendencia no ha abandonado el actual gobierno.

            Un acto de mala educación, un eructo soez, una muestra de la peor grosería solo retrata al que lo comete, pero no puede considerarse un delito. Y una crítica a una determinada forma de gobierno, por imbécil que sea en sus términos, tampoco es un delito. Entra dentro de la libertad de expresión, efectivamente, y aparte de la estúpida manera en que se haga, siempre que no se entre en daños mayores. Un insulto no deja de ser el rebuzno de un burro, pero no es un delito en sí mismo. Y otra cosa es el nivel en el que yo me siento insultado. La incultura, la ignorancia, la grosería, la descortesía, el analfabetismo, la ineducación o el idiotismo profundo no se consideran delitos en un tribunal de derechos humanos. Los países como es el caso del nuestro, que aún creemos que la educación se impone por la ley y no por la formación, es que tiene un déficit acusado de pedagogía.

            Un gobierno democrático ha de imprimir esa pedagogía en todo. Ha de pedir – por ejemplo -, aconsejar, rogar, solicitar, suplicar, o indicar a los medios de comunicación que no presten demasiada atención (ninguna, a ser posible) a tales burdas provocaciones que, lo único que persiguen por cierto, es hacerse eco en esos mismos medios. Salir en la foto y envenenar los ánimos, solo eso… Que se les prive de la posible repercusión mediática que buscan, y que no se les haga puto caso. Acabarían desapareciendo por sí solos… Eso sí, también se debe educar a la ciudadanía a, cuando pasen estas sandeces, si aún sin prestarles la menor atención llegaran a seguir ocurriendo, si acaso, prenderse lazos marrones, que es el color de la mierda, en protesta contra las gilipolleces de mal gusto. Por ejemplo.

            Lo que pasa aquí es que nos falta madurar en democracia. A todos. A los ciudadanos, a las instituciones, a los colectivos, a los gobiernos… Cualquier persona, o cualquier grupo, asociación o tribu, se siente ofendido por insultado, o al revés, insultado por ofendido, y enseguida se pone a los tribunales a restaurar su honor herido. Y eso, reconozcámoslo, será España, sí, vale, pero igual responden los países islamistas en cuanto a su honor, fé y creencias. Ellos con la violencia, y nosotros con los juzgados. Pero así no es Europa. Acordémonos de cuando Charlie Hebdo y de los crespones negros y los cartelicos del “yo soy...” que nos colgábamos en defensa de una libertad de expresión ajena que, en realidad, no la defendemos para nosotros porque es mentira, no la sentimos. Eso son solo posturas que imitamos. Cero…

            Lo cierto es que luego, después de unirnos emuladoramente a todas esas manifestaciones, aquí imponemos leyes coartadoras de esa libertad a la que nos apuntamos de cara al exterior. Esa es la verdad. A la Casa Real, ni a la Iglesia, ni a la Cofradía del Santo Pito, ni mentarlas… mucho menos criticarlas o hacerles un chiste de burla como el jodío Charlie Hebdo ese de los cohones al Mahoma… Pero la  realidad es que, aparte el mejor o peor gusto empleado, la mala educación o la pésima estupidez, no hay nada más. Y un país con una estructura y sentimiento democrático auténticos, repito, auténticos, tiene que saber encajar esas críticas, por muy infundadas, o acendradas, o enfermizas, que puedan ser. Lo contrario sería tener un cierto déficit democrático en sus libertades.

            Y esto es lo que significa el fallo del Tribunal europeo, y no otra cosa. Nos puede costar mucho entenderlo o no. Pero habremos de comprender que tanto las leyes restrictivas en esa materia, como los fallos que se están dando corrigiéndolas, tan solo alientan y alimentan a los propios enemigos de esa misma democracia: Populistas, nazi/onalistas y burros activistas… Eso sí que sí.