LO DE LA BANCA
- Por miguel-galindo
- El 04/07/2017
Cuando el Banco Popular entró en el ojo del huracán (en la banca hay que cambiar el nombre del ojo por el de la desconfianza), a sus cuentacorrentistas y clientes les entró el cánguilis, y comenzó la fuga de depósitos. Es lo que suele pasar. En plena diarrea de efectivos y de sus impositores, a la entidad se le fugaban 2.000 millones de euros diarios. Imposible aguantar. Ningún banco dispone de lo que sus clientes tienen en él. Es solo una cuestión de fé. Así que pidió ayuda al BCE, y éste le hizo una transfusión, pero la sangría continuó…
Así que el Banco de Santander, que casualmente pasaba por allí, le inyectó la nada despreciable cantidad de 13.000 millones de euros, baby… Nada, lo que llevaba suelto. Un favor a un colega, que pá eso estamos… Luego, ya se sabe, cuéntame lo que pasó, y eso… Y pasó lo que tenía que pasar, que si vamos a negociar la manita que te he echado, que si yo no tengo un jodido euro de liquidez, tío… perdón, tía Botín. Que, ¿entonces, qué hacemos?.. Pues como no te quedes conmigo, a ver… Enfín, qué le vamos a hacer, pues pongamos un Eurico, por proponer algo, y considérate enterrado en mi panteón familiar, amigo mío…
Este es el tejemaneje financiero de la banca y de la marca (el nombre), pero, en el fondo, al final de todo, todo es una sola y única cosa: la fé y la confianza en dicha marca… Es, a mal comparar, como la cosa de la Vírgen en la religión católica. Hay una sola, pero mil advocaciones distintas, y las que puedan caer… Pues aquí, lo mismo. Hay una sola banca, bajo muchas y muy diferentes advocaciones (nombres), y lo demás, es pura fantasía.
Y es pura fantasía por lo mismo que anteriormente decía. Porque en realidad, todo este tinglado que hemos montado y disfrutamos – o padecemos – los seres humanos, todo, absolutamente todo, se basa en la fé, en la confianza, en la creencia puesta en un sistema que responde a los valores ficticios que se le dan a las cosas. Las bolsas, los mercados de valores, y todos esos castillos de fuegos artificiales y artificiosos, son un subterfugio por el que nosotros mismos valoramos lo que tenemos… o lo que no tenemos.
Pero luego, los importes reales de lo que creemos poseer, porque resulta, mire usted, que ayer me ingresaron una transferencia, pues no, en realidad solo es eso, un valor fedatario, un apunte en cuenta, pero no algo tocante y sonante. Y así funcionamos. Y con eso nos valemos. Pero la realidad es que si todos los clientes de todos los bancos pidiéramos nuestros dineros a la vez y en el plazo de un mismo tiempo, el sistema quebraría por el mismo eje. Esos fondos no están. Y no están, porque está basado en un supuesto falso, en una mentira voluntariamente creída y asumida por nosotros mismos, y que nosotros mismos sostenemos.
Lo que pasa es que este mecanismo lo saben los que lo saben, y lo usan porque los que deberíamos saberlo no queremos saberlo. Y lo emplean bajo tales parámetros. Y se enriquecen a la vez y de paso que crean riqueza, y viven de puta madre con ello. Y hacen sus enjuagues y sus cosas. Y los demás seguimos postrados ante el altar de las jaculatorias del “virgencica que me quede como estoy”, que si esto explota siempre pagamos los más tontos… Y así, seguimos soplando e hinchando el globo como auténticos gilipollas… ¡Qué le vamos a hacer..!