LO GAY, NO LO GUAY.

Resultado de imagen de fiesta del orgullo gay

He tenido amigos gays desde antes que se inventara el término, incluso creo que aún mantengo alguno, no sé… Tampoco es tan extraño ni de ningún mérito. Tuve incluso algún ambivalente que otro, allá en mi prehistoria, al que no le importaba la noche ni el agujero en que se metía, y que decía que “los cuerpos son para trabajar, sufrirlos y disfrutarlos, y que todo era cosa de terminaciones nerviosas sensibles, no de sexos”. Tuve amigos que seguro ya será amigas, si me los/las  encontrara aún por ahí, pues soportaban una carga de hormonas fuera de su sitio, brutal. He tenido amigos que a los amigos nos decían maricón al igual que a sus coadláteres los llamaban maricona… ya me entienden. He tenido amigos gays de pluma, y de su casa…

 

                Y digo y escribo esto hoy, porque ni entiendo, ni comparto tampoco, las declaraciones de un tal Vázquez, torero de profesión, y, por lo tanto, se entiende macho a machamartillo, como tampoco comparto ni entiendo las manifestaciones de orgullo gay, tan a machamartillo como su contrario. Y mucho menos cuando ambas dos buscan una espuria institucionalización.

 

                El tal toreador viene y dice, comparando a los gays con los antitaurinos, el boceras, “…hombre, yo creo que, como a los gays, a los antitaurinos hay que respetarlos”… Pos no, toguego, no. Aparte la mala leche que destila de colmillo y la animal ignorancia que supone el tal comentario, no hay que respetar a los antitaurinos, ni a los gays, ni a las lesbianas, ni a los trans, por el hecho que lo sean. Hay que respetar a las buenas personas, independientemente de que sean trans, o lesbianas, o gays, o antitaurinos… o incluso toreros. No sé si me explico, o si me entenderá el andóvar éste… Y no merecen respeto la mala gente que no respeta, independientemente de lo que cada uno sea. Pues eso.

 

                Luego hay un obispo suelto por ahí, que dice que “hay muchos homosexuales que desean vivir la castidad, y entonces vienen a mí, buscando mi acompañamiento. Hay terapias que pueden recibir esos enfermos”. Muy falsamente paternal, pero los llama enfermos, con muy mala láctea… bueno, santa láctea. Pues tampoco lo entiendo ni lo comparto, monseñor mío. Hace bien en decir que vienen en busca de su acompañamiento en plan casto, y no en busca de su compañía, para evitar equívocos, pero lo demás sobra por mala intención. Una tendencia natural no es una enfermedad, y el sexo, tampoco lo es, por lo que la orientación sexual no puede serlo en modo alguno. Usted, como persona, no como prelado, debe de saberlo muy bien.

 

                Pero, por el otro lado, tampoco entiendo ni comparto que haya que montar un circo mediático y churrigueresco de cuero, pluma y plumero al más puro estilo de aquí te espero… para sentir orgullo ni hacerse respetar por ser gay, o lesbiana, o transexual, o bisexual, o transformer. No veo yo la necesidad de tal descorche de exuberancia homosexual para pedir, perdón, exigir, una tolerancia que debe ser natural, ni obligada, ni fingida, ni restregada… por los morros de nadie. Solo porque sí. Y para demostrar que es algo natural, falta eso precisamente, naturalidad, y sobra, y mucho, exageración y chulería.

 

                Existe una ley física: toda fuerza ejercida en un sentido desarrolla otra de igual intensidad en sentido contrario. Siempre ha funcionado en todo, salvo en la filosofía zen, creo. Y yo pienso que todas estas manifestaciones y alharacas pseudoprovocativas, lo único que logra es alimentar y fomentar el sentimiento contrario. Y eso me hace sospechar que se hacen, precisamente para eso, y así tener siempre la razón que las justifique. Cuando eso no debe ser necesario… Yo jamás necesité entonces, ni antes ni ahora, de ninguna explosión chabacana de los sentidos, que no de los sentimientos, para admitir, tolerar y respetar al amigo gay, sin que éste tampoco tenga que mostrar su orgullo de forma y manera tan estentórea y tan de pésimo gusto… Y no digo insultante porque yo nunca, jamás, me sentiré insultado, pero ellos sí que parecen insultarse a sí mismos…