LO SUSTITUTO

  

Vivimos en la era de los replicantes. En la era de la sustitución del original por la copia, de lo real por lo pseudo. Se empezó en el ámbito de la ropa y los complementos… es normal. Lo que vestimos nunca es lo mismo que lo que nos viste, piénselo bien, y esta época, en la que se vive de apariencias, no podía ser de otra forma. Pero también se replican músicas, libros, películas, y lo que haga falta. La batalla legal y policial por lo auténtico está perdida de antemano por la demanda de lo falso. Además, no es una cuestión de legalidad, si no de integridad…

                Ahí tienen como ejemplo lo del fenómeno Uber. Los falsos taxistas se extienden como una mancha inexorable de chapapote sobre los taxistas legales. Y no hay forma ni manera de frenar este fenómeno social. Un amigo del gremio del taxi me decía el otro día que el pan de sus hijos está amenazado por la “uberización” (los pseudotaxistas de Úber), y que nada podían hacer, puesto que ellos no pagaban impuestos profesionales, sus costos eran inmensamente menores, y encima hasta algunos tenían mejores coches. E incluso podían hacer lo que a ellos les prohibía la propia ley del taxi.

                Y es cierto. Pero hay otra cosa que, por mucho que se empeñe esa misma ley y todo el cuerpo policial y gremial, jamás podrán parar: el favor del público. La gente seguirá usando el sistema Uber por lo mismo que seguirá comprando en los chinos: porque da una respuesta a sus necesidades y a sus disponibilidades. Les resulta útil, cómoda y, sobretodo, económica. Es como lo de los manteros, que, sean lo que sean, la gente lo sabe, pero si ve algo que le guste y pueda comprar, lo va a seguir comprando…

                Al general del personal (salvo una escasa y distinguida élite) ya no le importa vestir una pseudomarca, colgarse un complemento fusilado, o que el taxista no sea auténtico, si cumple el objetivo a unos costos sustancialmente económicos con respecto a los de “pata negra”. Esto lo ha favorecido el empobrecimiento general de la población, un costo de la vida no cubierto, y el crecimiento de las diferencias. Que los ciudadanos intentan mantener el mismo “nivel”, aun moviéndonos en un mercado replicante… Qué más nos da, si además funciona…

                Fíjense hasta qué punto es así, que hace poco se ha inaugurado en Barcelona un burdel sin mano de obra humana. Las profesionales han sido “uberizadas” por muñecas con textura que imita casi al 100% el tacto y contacto, y la calidez, de la piel humana. Hasta a las señoras putas – y lo digo con el mayor respeto del mundo – les han buscado replicantes, figúrense… No se cansan, no enferman, no protestan ni exigen derechos por ser trabajadoras del sexo… Y dicen y cuentan las crónicas que están teniendo un enorme éxito…

                Ustedes dirán que no, pero deberían acojonarse… Yo ya no, porque estoy en fase amortizada, y ya salgo rentable a mis hijos. He pasado a ser “uber” directamente desde la jubilación. Pero si cobrara por mis humildes servicios, no me extrañaría verme un día a mí mismo en la puerta del colegio recogiendo a mis nietos. Por nadie pase. Fíjense lo que le ha ocurrido a las pobres lumpen´s y a los pobres taxistas. Una verdadera putada, y perdonen el calificativo, pero no es por nada… ni siquiera por hacer un chiste fácil. Con esto no se gastan bromas.