LOS QUE ME LEEN

 

Algunas veces me llevo sorpresas. Unas gratas, otras no… pero sorpresas, al fin y al cabo, con las personas que me mandan e.mails, que me paran por la calle, etc. par opinar sobre las cosas que escribo. Pero lo sorprendente es que me llame un amable señor por teléfono, como el otro día, a cuenta de una de mis columnas semanales en el periódico La Opinión, y se gaste una pasta gansa en tirarse un buen rato hablando por el móvil dándome cháchara. Es muy de agradecer que se tomen tal molestia. Aunque sea, como ese caso, para, tras halagarme por mis escritos y borrar cualquier barrera defensiva, una vez con la guardia baja, golpearme los flancos por su desacuerdo con el que tratábamos. Muy inteligente táctica la de su caballo de Troya. Y, aunque me fajo bien en el cuerpo a cuerpo, reconozco su impecable y educada estrategia. Chapeau. Me gusta la gente así, lo de menos es estar o no estar de acuerdo, si no el estilo… impecable estilo.

                Y, como digo, el que se molestara en averiguar mi número, y llamarme arriesgándose a una mala reacción por mi parte, y pagarse un bis a bis de veinte minutos, es algo muy de reconocer y respetar. Las cosas como son. Y eso me puso una idea en salva sea la parte de mi cabeza que la pensó: si hay gente que necesita comunicar su aceptación o su oposición sobre cualquier cosa que considere importante, si hay personas que necesitan hablar y ser escuchadas, que se les oiga respecto a lo que quiere comunicar, deducir, compartir o discutir…  Que son capaces de gastar su energía, su tiempo, o su atención, en una llamada al albur a un  desconocido interlocutor, ¿no sería mejor que tuvieran un foro donde debatir cara a cara con otros que comparten sus mismas inquietudes?.. ¿No les saldría más barato pagar una mínima cuota de mantenimiento de tal foro que una arriesgada conferencia telefónica?.. ¿y más seguro, y mejor..?, ¿incluso mucho más gratificante..?. Y no es tan difícil. No, no lo es… La única limitación es cada cual.

                Yo vengo de la tradición y época de mesas-café, de charlistas, de foros, de tertulias y tertulianos, de participantes, de oradores y oyentes, que valoro y añoro. Es una joya inapreciable de la relación humana que se ha perdido. Pero que es enriquecedor para todo el mundo. Mi gentil comunicante, en el que baso mi comentario del día, viene a demostrar algo que es consustancial con las personas: la necesidad de debatir y/o consensuar con los demás. Yo lo hago a través de la escritura, y de la radio, pero eso es como gritar al espacio vacío y esperar que alguien te conteste. Yo expreso lo que siento, pero, ¿y los que leen?, ¿a quién, desde dónde y cómo lo hacen?.. Pues eso mismo.