MALDITOS UNOS, BENDITOS OTROS.

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Matteo Salvini, presidente del gobierno neofascista de Italia, rechaza frontalmente cualquier tipo de ayuda humanitaria, e incluso persigue con la ley y amenaza a aquellos que se atrevan a prestar esa ayuda (la de salvar vidas). Es un régimen, ya se sabe, populista, y de la más extrema ultraderecha – condena a los inmigrantes a morir en el mar en arengas con un rosario en la mano – y son bien acogidas en su contenido, por cierto… Vale. En España, no… Aquí, por el contrario, existe un gobierno socialista, de centro-izquierda (por transitorio y en funciones que aún sea), presidido por un tío guay, Pedro Sánchez, buen tipo, nada que ver con el mussalvini de los camisas pardas italianas… De acuerdo.

 

            Pero, sin embargo, en lo de la política deshumanizada y nazi de dejar que los inmigrantes se ahoguen en el Mediterráneo, es exactamente igual de insolidaria e insensible… no hablemos de inhumanidad. El italiano con su cara borde, de pequeño Hitler (le falta el bigotito), y el español, el nuestro, con su cara amable, de buena persona y tal y tal, pero usan siempre la misma política de corte xenófobo y fondo racista… o lo que esto sea.

 

            Porque, este gobierno socialdemócrata y de raíces y cultura cristiana, aparte de que – justo es reconocerlo – cuando no tiene más remedio, como ahora, se baja los calzones del acogimiento – mantiene impuesta la prohibición de realizar tareas de búsqueda y rescate en el Mediterráneo Central y ordena a los buques mantenerse fondeados en sus puertos, sean éstos de pescadores o de ong´s de ayuda humanitaria. Es igual. Y eso que nuestro presidente comenzó su andadura política dándoselas de solidario sin fronteras, con aquel numerito que se marcó con el Aquarius, con el que se hizo un multiselfie de rescate, pero al que luego se cuidó mucho de poner a buen recaudo y cortarle las alas, a fin de que no volviera otra vez a las andadas. Su hipocresía política y fariseísmo personal es aún peor que el de Matteo Salvini, pues éste al menos no disimula lo que es… Malditos sean.

 

            Últimamente, el buque Open Arms ha desafiado esa prohibición impuesta por nuestro gobierno español y ha salvado la vida a 140 migrantes en el Mediterráneo. Y anda por ahí y por aquí pidiendo un puerto cercano y seguro (no puede aguantar muchos días más en el mar sin soporte humanitario)… pero los gobiernos andan disimulando, contando las gaviotas y mareando la perdiz. Como si no fuera con ninguno de ellos. La Comisión de Ayuda al Refugiado (Onu) insta al Ejecutivo a acoger a los rescatados por este barco. Pero…

 

            …Lo que les digo, este país, católico hasta las cachas, de Primeras Comuniones y Semanas Santas con raigambre, plagado de santos y santas, patronos y patronas y misas concelebradas, junto con sus gobernantes de fiesta contínua, de cohete y morcilla, miran al cielo y cuentan las nubes. No va con ellos. No va con nosotros. No va con nadie. Y nos excusamos con lo de las mafias, pero castigamos a las víctimas y no a los verdugos (otro día hablaremos de esta falsedad admitida como verdad)…

 

            Dice el refrán aquello de “ojos que no ven, corazón que no siente”. La política gubernamental consentida por el pueblo es esa misma. Si no dejamos a las Ong´s estas de los buques rescatadores que nos pongan ante nuestras narices los dramas personales de esta gente, no se nos removerá la conciencia. Lo mal es cuando un díscolo de éstos suelta amarras, se hace a la mar, y se dedica a rescatar personas y colocárnoslas ante nuestros beatíficos ojos de buenas personas. Entonces, nos sentimos muy incómodos (a mí por lo menos, me pasa)…

 

            Sin embargo, benditos sean los barcos y sus tripulaciones con alma, que desobedecen nuestras desalmadas órdenes y nos ponen ante el espejo a nuestras hipócritas conciencias. Y hablo de la mía, cuyas dudas me permito compartir con ustedes, no de la de ningunos otros, pues yo no soy, no puedo serlo, no quiero serlo, no tengo el derecho de serlo, la conciencia de nadie… Yo solo hablo por mí. Y ustedes me sepan perdonar si es que se sienten aludidos, y disculpar mis maneras de hacerlo. Pero mi problema es mío, y de nadie más… ¿comprenden?.

 

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