ME PARECE A MÍ...
- Por miguel-galindo
- El 01/11/2016
Muy bien puedo equivocarme, naturalmente que sí, pero yo lo veo de esta manera: Hemos iniciado un nuevo tiempo político con un mandado claro y diáfano por parte de los votantes (no confundir con militantes) de negociación y entendimiento entre las fuerzas políticas más votadas. Eso, por un lado. Y por otro, unas fuerzas antagónicas dispuestas a destruir ese clima de “entente” por los medios a su alcance y que el ejercicio de la propia democracia les permite: populismo, extremismo, algaradas, coacciones, amenazas, chantaje político, provocación y pésima educación parlamentaria, etc.
Ya lo estamos viendo y viviendo. Las urnas han repartido las cartas de la baraja, y han encargado diálogo entre partidos. Los hay que, tras intentarlo en solitario, han venido en aceptar las reglas del juego puestas en la mesa por la ciudadanía. Unos, los más votados, tendrán que ostentar el gobierno sin ostentar el poder absoluto, y otros tendrán que trabajar en la oposición influyendo decisivamente en la toma de decisiones. Es lo que se ha votado y vuelto a votar. Sin embargo, hay una parte de los segundos, que solo aspiraban a ese poder absoluto, y no se conforman, y se rebelan con rabia, frustración, y hasta con odio, y ya han anunciado que esa disconformidad con el reparto que ha decidido la sociedad española, con ese su más que dudoso sentido democrático, lo harán sentir en los modos y en las formas, y que convertirán el parlamento y las calles en una algarada contínua. Es un aviso de que su único objetivo es derribar todo gobierno que no sea el suyo propio.
Bien. Nos damos por enterados, y en las próximas (elecciones) nos veremos de nuevo… Sin embargo, hay otras cosas y otros casos que me parecen interesantes, a la vez que sorprendentes, mejor dicho, aparentemente sorprendentes. Tenemos a un PSOE que, en apariencia, se está deshaciendo por sus costuras, pero que, en realidad, al zafarse de los que querían merendárselo al igual que se han merendado al inepto IU, si además logra poner distancias entre sus propios elementos diluyentes que le hacen el caldo gordo a los populistas e independentistas, solo le queda un camino que andar, y es conservar su propio territorio de izquierda moderna y moderada, marcarle su auténtico carácter de identidad, y fortalecerse en su propio segmento electoral, que, ya digo, no es en modo alguno ese 0,04% de sus votantes… y que están en esos cinco millones y medio que les han votado más en otros tantos seis millones y medio que perdieron su confianza.
Por el contrario, Ciudadanos, que en apariencia debiera crecer como fuerza moderadora e integradora que es, puede que hasta desaparezca. Y es que, una vez conseguida su muy loable intención de moderar, sanear, centrar y traer al PP al buen camino, entonces su presencia en el panorama político ya no sea necesaria. Y eso, porque ocupa el lugar que debería ocupar un PP limpio de corrupciones, civilizado y moderado. Tales son las aparentes incongruencias que se perfilan, o pudieran llegar a perfilarse.
A ningún país le hacen ningún bien los extremos. Ni a derechas, ni a izquierdas. Son destructivos de todo y constructivos de nada. A nuestra izquierda le ha salido un espolón extremista, y nuestra derecha se volvió ella misma extrema, sin que le saliese ningún callo. Por eso, con que el uno siga en su sitio y espere que el callo se disuelva, y el otro se mueva del sitio equivocado a otro más centrado, esto podría volver a funcionar.
Pero, para eso, la gente de este país, tiene que dejar de pensar con el culo y con sus estómagos. Y tienen que enterarse de una puta vez que mis intereses personales no se pueden imponer a los intereses de todos los demás. Y dejar de alinearse con los que también piensan así, y quieren imponer por la fuerza lo que no pueden por las urnas… De eso mismo se trata.