MENSAJE NAVIDEÑO

Resultado de imagen de EL NEGOCIO DE LA NAVIDAD

Cada Navidad, los cristianos devenidos en católicos celebran que naciera un ser humano hace más de dos mil años, inocente, pobre rematado, desvalido y débil, casi que vomitado por la sociedad de su tiempo, el cual acabaría sus días, joven aún, igual de débil y desvalido, y pobre, ejecutado por un crimen que no cometió, del que era absolutamente inocente. Su delito, si acaso, fue apostar por los aún más débiles que él, y el ser consecuente consigo mismo. Su trágico destino fue la mayor injusticia del mundo… Pero, eso sí, se cometió en nombre del dogma y de la justicia.

            Todos los dioses nacidos antes que Él, por el contrario, eran poderosos, imprevisibles, altivos, prepotentes, amorales, celosos, triviales y tribales. El dios del cristianismo fue la antítesis de todo dios anterior, pura mansedumbre,  empezando porque no nació como Dios, si no como persona y de personas corrientes y molientes. Eso es lo que (me) atrae de este humilde rabí, o profeta, o lo que fuera, judío el jodío, comparado con los fascinantes dioses egipcios, o los fastuosos dioses romanos, o los poderosos dioses mesopotámicos que lo rodeaban. Era como comparar a Dios (Yahvé) con un gitano (Jesús)…

            Otra cosa que me atrae de este pobre Cristo es que, mientras para todo el resto de panteón de dioses, los humanos éramos juguetes sometidos a sus crueles e ingratos caprichos, Él fue el juguete de los seres humanos, sometido a nuestras ingratitudes y crueles caprichos… no digamos interesadas interpretaciones. Los dioses grandiosos ni siquiera te otorgan otro derecho que la muerte, ni siquiera a modo de condena, pero el Dios débil del nazareno te ofrece el perdón y el regalo de la vida, casi que sin condiciones. Para los primeros somos la brizna de hierba de un verano seco, para el segundo tenemos el valor de la eternidad.

            Ni puñetero punto de comparación… Por eso me atrae y fascina todo el mensaje cristiano, a pesar de los incontables crímenes cometidos en su nombre. Porque cuestiona, interpela, combate y contradice a cuantos, reconociéndose como tales cristianos, se hacen a sí mismos soberbios y totalitarios, déspotas y tiranos, fanáticos y fundamentalistas de dogmas, aliados del poder y de la riqueza, y de la influencia… y que era, en definitiva, todo cuanto combatía Aquel al que mataron.

            Y es que los antiguos sacerdotes de los antiguos grandes dioses, tras sacrificar al Dios humilde y perdonador, desvalido, manso y pequeño, que traía en su zurrón el mensaje de la paz, del perdón, del amor y de la libertad, salvaguardaron sus ritos, y tras sus ritos sus privilegios, corrompiendo lo que nacía para alargar la vida a lo que moría. Y se travistieron de lo nuevo con lo viejo. Y aparentaron lo que no son para seguir siendo lo que fueron…

            Por eso que nuestra navidad no se parece en nada a su Navidad. No puede ser la misma que la de aquel crio del pesebre luminoso. La nuestra está cebada de excesos, de consumismo desaforado, de paganos rituales, de adoración rendida al dios Mammón, que era uno de aquellos suntuosos dioses que también cristianizó el catolicismo triunfante.  Y de fiestas desmedidas y de comidas de empresa, y de reyertas por ser el mejor guardián del espíritu navideño. Estamos adorando, a sabiendas de ello, un falso ídolo, y encima, por la peana…

            No… Los antiguos y poderosos dioses aún viven, y a nuestro pequeño y entrañable dios lo mataron para poder suplantarlo mejor… Salvo que, como dejó dicho para los que se esfuerzan en entenderlo, los que están muertos siguen creyéndose vivos por el hecho de que entierran a sus muertos. Dejad que lo crean así, y que así sigan haciéndolo. Y los que viven desplazados y solos creyéndose muertos, son los auténticos vivos donde anida el espíritu. Dichosos aquellos que… ya saben, peguen aquí cualquiera de las bienaventuranzas. En ninguno de ellos encontrará nido la navidad actual.-

El próx. Viernes, 11/01, a las 10,30 h., en radio T.Pacheco, FM 87.7: 7, RECORDEMOS LA HISTORIA, (o tendremos que repetirla). No puedes permitirte perdértelo.