MI 23-F
- Por miguel-galindo
- El 03/03/2021
En 1.981 ya tenía mis tres hijos en el mundo. Todos pequeños. Había que ganarse la vida cada día, todos los días, como tantos autónomos sin nómina a la que agarrarse. Muchas obligaciones al levantarse y ningún derecho al acostarse. Todo estaba por hacer, desde una familia a un negocio pasando por una sociedad que apenas unos pocos años antes comenzaba a desperezarse en la democracia. Aquel día, 23 de Febrero, tenía asuntos que resolver en Murcia, aprovechar, ya de paso, a ver si cerraba algún negocio, y por la tarde asistir a un curso de primeras nociones básicas de informática. Entonces empezaba a distribuir “papel pijama” (hoy no entenderán el término muchos de los que me lean), y debía estar al loro de los prolegómenos de aquellos ordenadores antediluvianos… Así que agarré mi cartera y mi Simca-1000 y me dirigí a la capital…
La mañana no resultó muy provechosa. Visité un par de clientes y otro posible, y, al salir del último, noté un cambio en el ambiente de la calle. La gente andaba más deprisa, casi corriendo, se formaban corrillos breves y escurridizos en las esquinas que se disolvían rápidamente, y vi cerrar las puertas de algunos comercios, lo que tampoco me extrañó mucho que lo hicieran un poco antes del mediodía. Pero había algo flotando en las pocas personas que circulaban ligeras… Así que entré en el primer bar que me pilló a mano, a ver si olía algo…
Allí me enteré del golpe de estado… bueno, de lo que podía uno enterarse en aquellos momentos, claro. La televisión estaba en Carta de Ajuste con música militar de fondo, las personas que había aún en la barra, nerviosas, pagando su consumición y marchándose con prisas… Susurros a medio cuajar entre los presentes, y el miedo que empezaba a aflorar en muchos rostros.. El camarero, con toda la incertidumbre del mundo bailándole en sus gestos y en sus ojos, solo atinó a informarme de la toma del Congreso por la Guardia Civil y la recomendación de las autoridades (¿qué autoridades?..) de marcharnos a casa, puesto que era inminente que el ejército saliera a las calles de las ciudades… Era evidente que aquella tarde no abriría la academia para darnos ninguna clase de ninguna clase…
Había que volver al pueblo rápidamente… Además, como era casi corriente en mí entonces, me había dejado olvidado el DNI en un billetero que no usaba por puñetera comodidad. Los pocos billetes los llevaba en el bolsillo superior de la camisa, y las tarjetas de crédito eran casi que inexistentes, así que… Cojonudo – pensé – como me pillen me van a arreglar el “body” (entonces se le llamaba body al cuerpo, una gilipollez). Así que desaparqué mi 900 y salí zumbando como alma que lleva el diablo, con hasta el ojo del culo mirando por la ventanilla… Bajada la altura del puerto y enfilando la recta a Cartagena, tanquetas y vehículos acorazados de infantería empezaban a controlar el poco tráfico y a tomar posiciones a los lados de la carretera… Como me paren, me apañan, pensé… No me pararon, aunque me miraron raro, creí entonces, y llegué sin mayores contratiempos a Torre-Pacheco, a casa… Han pasado cuarenta años… Yo he sacado a mi familia adelante y mi mierdaretiro a tiempo. Pero creo (así lo veo) que la sociedad no ha sacado nada de aquello que, incluso, casi ha borrado de la Historia. Salvamos entonces la democracia, pero no aprendimos lección alguna, ya que nada valoramos actualmente de lo que es realmente importante… Si se hubieran cargado el régimen nacido del 78 – como hubieran querido los ahora partidos de ultraizquierda – hoy ellos no existirían. Ni tendríamos un Iglesias quejándose de la falta de calidad democrática, aunque no me extrañaría verlo profesar un falangismo blaspiñarista tampoco…
Ni tendríamos políticos mediocres, si no dictadores mediocres (los dictadores no precisan de calidad alguna, los demócratas, por el contrario, sí lo necesitan). Y toda la niñatería, parásita y pija, que muestra su violencia por una falsa y manipulada libertad de expresión tampoco existiría ni por el forro. Ni la libertad de la que disfrutan pero que vomitan, tampoco… Ni los derechos que reclaman y no reconocen… Y el sistema educativo único sería cuartelero y puñetero.
Pero temo pensar que nos lo hubiéramos merecido, y ganado a pulso, por aquello de que el pueblo que no aprende de su historia está obligado a repetirla…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php