MISIÓN... ¿CUMPLIDA?
- Por miguel-galindo
- El 12/04/2022
A mí me pasa igual que a J.J. Millás, que suelo leerme todos los folletos que se me cruzan ante los ojos: en la barra del café, en el quicio de la puerta, en la consulta de algo, o en el limpiaparabrisas del coche, antes de volver a dejarlo donde mismo están o de deshacerme de ellos… Y lo hago también por lo mismo que él: por si encuentro alguna señal, alguna clave, o pista que me diga algo; que me indique para qué estoy aquí; o por qué sigo donde ya no tengo nada que hacer mas que cascar de lo que veo pasar… Cualquier tontería te puede manifestar algo importante en cualquier momento. Así que le hecho la vista encima, miro lo que ofrece, así, en vacío, me pregunto si me dice algo, y si no… pues eso, lo dejo a un lado para que otro lo encuentre.
Es que hace tiempo que me pregunto eso mismo, precisamente: ¿qué hace uno aquí, cuando ya no hace nada?.. Entiéndaseme, no hablo de los demás en mi situación, si no de mí mismo… Sé que esto es una cuestión y una disposición personal, no planteo nada más. Cuando uno estaba en situación “on”, creías, pensabas, o te justificabas, creyendo que estabas haciendo algo. Bien o mal, pero algo, como una misión en la vida, ya se sabe: que si la familia, el trabajo, los hijos, la sociedad más pegada a ti, los compromisos asumidos… en fin. Puede que fuese una simple ilusión, no sé, pero ahí estaba. Hoy uno está en situación de “off”, lo que uno hace lo hace por sí mismo y para sí mismo, y se cree que eso ni es misión, ni es nada. No es ni siquiera sobrevivir, es vegetar, estar en stand bay, o algo muy parecido… Y como uno está cansado, muy cansado, pues se explica, claro, pero no se conforma. En algún folleto tiene que venir el por qué… algo de instrucciones.
Ainhoa Arteta, la magnífica soprano, que a punto estuvo el Cóvid de llevársela a cantar arias a los ángeles, decía en una entrevista en El País, que, en su coma, ella no percibió el famoso túnel con la luz al final del mismo, ni nada de eso… pero sí que se recuerda como flotando en estado de absoluta ingravidez, en una plácida oscuridad tachonada de estrellas, donde no existía el dolor, si no la quietud, en medio de una inmensa paz. Y que, cuando despertó en la uvi del hospital, rodeada de personal sanitario, supo que había vuelto porque tenía que hacer aún algún algo, si bien no sabe exactamente qué, si sus hijos, su carrera, o si en qué… Y confiesa que tal convencimiento, que aún le embarga, no le concreta en nada la misión o destino en lo que le quede de vida, pero sí el sentimiento de aún algo por hacer, pese a su desconocimiento. Vale, pues me pregunto yo si las cosas no irán por ahí…
Pienso en todo eso, pero no creo que la cuestión esté en los currículums del personal… Que las coronas, los fajines, las borlas y las medallas; los galones y galardones; incluso los conocimientos y reconocimientos; las togas y los birretes, nada tienen que ver con eso. Me da la sensación que cuánto uno ha hecho o deshecho; puesto o impuesto en el altar de la vida; títulos y diplomas, sirven más bien de poco… Intuyo que lo que nosotros creemos, pensamos y valoramos, como mucho, es el medio pero no el fin; que todos y cada uno de nosotros, al fin y al cabo, somos una causa aún sin efecto pero con defecto… no sé tampoco si llegaré a explicarme.
Me parece a mí que lo importante no es el cómo, si no el qué… No lo que hacemos, si no lo que nos hace ser lo que hacemos. Al fin y al cabo, la vida es una jodida práctica. De príncipe o de mendigo, eso importa poco. Lo que importa es lo que destila la experiencia para la forja del alma… Las lecciones que se aprenden o se desaprenden, o se desprenden… Lo que nos forma o nos deforma, y nos conforma. Lo que nos hace o nos deshace. Tan solo aquello que, al final, llegamos a ser.
Y si esto es así, entonces la explicación va a estar en que tuve que aprender algo de lo que fui, y ahora habrá que aprender de lo que soy, por muy distinto y diferente, y distante, que me parezca. Sacar vivencia y experiencia de la inquietud y de la quietud; de la actividad y de la inactividad; de que te falten horas y de que te sobren… Y que, hasta que no apures el cáliz hasta el culo, con perdón, no estarás en condiciones de marchar al otro lado del espejo, donde uno ya solo es el reflejo en el resto de lo que ha sido… o algo muy parecido.
Por lo tanto, si la conclusión es ésta, tendré que mandarle recado a Millás para que esté atento a las señales de dentro y no se preocupe por los de los folletos de fuera, que yo haré lo propio… Lo del exterior, a la postre, solo nos repite lo que somos, como un eco, y no lo que nos falta ser, como los de unos audífonos, por ejemplo, que nos recuerden que estamos sordos… O los de una cadena que ha puesto una gama de sus artículos en oferta, cuando, menos ofertas, lo que tenemos es que nos sobran artículos para dar y regalar… O que pongamos a rendir nuestros ahorros en no sé qué fondo, cuando nosotros ya tenemos el fondo reservado, y vamos a rendir de saldo… No, Juan José, ni a ti ni a mí se nos va a resolver el problema existencial-residual por mensajes que el cosmos nos deje en una botella, o en el folleto ese de “rejuvenezca con la oferta de Côte D´Or”… Si acaso, a lo mejor, puede que, con suerte, encuentres un post-ist, perdido en los forros de tus fondos, con una especie de “vive conforme a lo que eres ahora, y tan solo espera…”. Puede que sea suficiente. O quizá no… No lo sé, acho.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com