NEGACIONISTAS PARCIALES

Móviles: Cómo actuar cuando los demás hacen lo que no deben con su móvil

Cuando escribo éste, el coronavirus está arreciando – y arrasando – en nuestra región, Murcia, y en toda España, y ha traspasado la barrera de cuando el confinamiento. Las hospitalizaciones, aunque lentamente, van aumentando, al igual que los ingresos en UCI, y las alarmas por un inminente colapso hospitalario se encienden de nuevo. Y las residencias, otra vez, comienzan a escupir infectados por docenas. No pinta nada bien. Y nuestro gobierno regional sigue apretando tuercas al tuntún, que es su marca registrada – también copiada – mal que le pese, del gobierno central, al que, con echarle la culpa, todo arreglado.

            La última parida, ya digo, cuando esto escribo, es cerrar la barra de los bares dejando abiertas las terrazas… Yo no sé a los hosteleros qué les parece esto. Imagino que muy mal, claro. Pero, para mí, que es justo al revés. El personal de la barra se puede controlar muy bien, señala las distancias claras, aplican las medidas preventivas, etc…sin embargo, en la calle, en las terrazas, eso es imposible. La gente se arremolina alrededor de una mesa, las arrima, y junta las sillas, sin desparpajo ni precaución alguna, y los del bar pueden hacer bien poco… Vamos, es lo que pienso, naturalmente, que se está haciendo al contrario del sentido común…

            ¡Hombre!, se me dirá, pues, sí, pero no compares el rendimiento de una terraza al de la barra… Así será, puede ser, sin embargo, en contrapartida, la reposición de la clientela que consume en una barra es mucho más rápido y ágil que los que se aposentan en una mesa y para tomarse un manchado les dan las uvas, no me digan que no… Lo que quiero decir es que toda norma y medida tiene sus ventajas y sus inconvenientes, por supuesto, y que la cuestión aquí es calibrar entre los intereses económicos sectoriales y generales y la salud pública en general. Ese es, a la postre, el auténtico y verdadero dilema. Como decía el caco de las viñetas de aquel antiguo TBO: “la bolsa o la vida”. Porque aquí es donde reside el quid de la cuestión. En este sector, como en muchos otros, que están entre la espada y la pared. Lo que pasa es que, en algunos, se aprovechan económicamente de la inconsciencia del personal.

            Porque esa es la otra cara de la moneda: las propias personas a las que se intenta proteger, que ni se protegen ellas ni protegen al resto de las demás, con su muy irresponsable comportamiento. No ya en esas mismas terrazas y plazas… Por ejemplo, me gustaría que los agentes públicos, políticos, o de seguridad, me aclarasen si la norma ahora es llevar la mascarilla por debajo de la nariz o en la sotabarba. Es que la mayoría de los que veo por la calle van así, y no quisiera que la policía me multase a mí por taparme toda la geta menos las orejas, no sea que fuera yo el que la lleva mal… Por favor, que alguien responsable de la cosa tenga la amabilidad...

            …Y luego están los negacionistas parciales, que son los a tener en cuenta, porque los generales obedecen a una tontuna ignorancia supina, y lo mejor es que se contagien todos de alguna manera para tratar de curarles de su estupidez. Pero el negacionismo parcial lo cometen (cometemos) todos aquellos que pensamos que el Cóvid-19 se pega a través de todos los demás, menos los de mi familia o de mis amigos cercanos. Así que, junto a hijos, nietos y otros allegados, o en la patulea de amigos próximos y acostumbrados, el riesgo está desterrado por lo sobrado. O sea, soy negacionista según mi particular interés social o familiar, o cuando a mí me conviene.

            Un poco, algo así, como aquellos padres que están en contra de la apertura de los colegios (yo tengo mis dudas, no crean) pero se han pasado todo el verano llevando a sus hijos a piscinas públicas, cumpleaños felices, reuniones amigofamiliares, y toda fiesta, infantil o no, de guardar. Esas relaciones son totalmente inocuas, pero llevarlos al cole son arriesgadas, piensan ellos… Y ambas cosas son un riesgo, para qué negarlo, pero no lo es más que a los que los hemos expuesto en estas laaargas vacaciones sin cortarnos un pelo. Habría que preguntarse, pues, si ese riesgo lo valoramos en función de si es para su (o nuestra) diversión, o si es para su formación.

            Y ya no digo educación, porque eso depende de los papis, no de los maestris. Y los críos aprenden más, mucho más, educación, buena o mala, por el ejemplo que ven en ellos que por sus palabricas. Y el ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace con lo de esta mierda coronavírica, también… Y si estamos así, ahora que empieza el curso, no es, precisamente, porque nuestra conducta (la de todos) haya sido muy ejemplar que digamos. No. Ni mucho menos, para que ahora le echemos la culpa a otros… que sí, que también…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo