NO HAY COLOR...

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En su momento pude comprobar, ya que se desenterró la nómina del desenterrado – me refiero a Franco, que tampoco hace tanto tiempo de su desenterramiento – y que se hizo pública, ya materia desclasificada, y era cosa oficial por funcionarial. Poco antes de que me nacieran a este mundo y en este país (año 1.945) este hombre ganaba 50.000 pesetas anuales. Una cosa que entonces estaba bien para el gran timonel, unas cuatro mil pelas al mes de las de entonces. Yo empecé a ganar, ya casado y con hijos, en 1.970, unas 8.000 castañas de aquellas (no llegan a los 50 pavos de hoy, para los que no lo sepan), y el mandatario tenía una nómina que, no estando mal, dado que vivía en El Pardo a gastos pagados, era un tanto frugal, visto así. Me parece que cuando murió andaba por encima de la mía en la misma proporción, poco más o menos… Como hubiera dicho mi amigo Rafael Baeza: “todo dentro de un órden”…

 

            La diferencia estriba en lo pésimamente mal que yo he administrado mis haberes, y lo suculentamente bien que él administró los sus deberes. De auténtica pena lo mío y de exuberante lujuria lo suyo. Un servidor les va a dejar a sus herederos una puñetera miseria de emerolandia, y el jodido dejó a los suyos 21 sociedades rediticias, 29 fincas, 258 propiedades inmobiliarias, un palacio, tres prados, una empresa de relaciones públicas, varias de cáterings, uno montón de guarderías, unos cuantos hoteles, un etcétera de nimiedades más largo que un día sin televisión, y 520 millones de euros sueltos, p´al gasto corriente… Como ustedes comprenderán, esto me deja un amargo sabor de boca, pues constato que, en mi vida profesional, he sido un auténtico fracasado para los negocios, y un absoluto negado para con los intereses de mi familia. Un desastre, óiganme…

 

            Me explico entonces que mi legítima no haya hecho otra cosa en toda su vida que susurrarme a la oreja (como a la de los caballos) mi ineptitud manifiesta e incapacidad de unas manos con más agujeros que en un par de raseras. Siempre empeñado, siempre empañado, siempre empuñado… Su Carmen, sin embargo, una hormiguica que ha hecho milagros con el salario de su marido, Paco, que hasta los collares los compraba con los cupones de la sopa, y él, un lince para buscarse los garbanzos. Un buscavidas. Y toda una familia rascando chapa y trabajando como burros…

 

            Claro… así se entiende que ellos tengan tanto y los míos no tengan nada. La diferencia entre tener un padre laborioso y uno manirroto. Porque la vida laboral de ambos, si bien que discurriendo parte en el mismo y parte en otro, tiempo, pero prácticamente hemos echado los mismoa años de laboro, dados de alta cada cual en lo suyo: yo como autónomo, el como autómamo. Si resulta, como he podido comprobar, que, aunque en distinto convenio colectivo, hemos tenido una nómina sin extremas diferencias, entonces es que yo, decididamente, lo he hecho rematadamente mal.

 

            Me he tirado más de treinta años representando a un colectivo – el empresarial – habiendo sido un pésimo empresario, visto lo visto… A lo peor, puede que por eso mismo. Perdónenme que insista en ello, pero es que, desde que me enteré de lo que estiró el tío, yo, que ya tenía mi reconquín, he agarrao un trauma que pá qué… Por nadie pase. Claro, se pone uno a pensar, y mientras en El Pardo se encendía una lucecica – como contaba y cantaba el “carnicerito de Málaga”, Arias Navarro, y allí estaba dale que te pego don Paco trabajando por España y los españoles (entonces no existían las españolas), yo pegaba la oreja a la almohada todas las noches durmiendo como un bendito (o no tanto)… Claro, no puede ser lo mismo.

 

            Tengo que reconocerlo. Ya Samaniego nos advertía en su sabia fábula de la Cigarra y la Hormiga. Mientras yo me dedicaba a cantarle a la piltra, rascando guitarra y barriga, dilapidando mis medios como un “bon vivant” que dice el galo, él, don Francisco Franco y Bahamonde, se afanaba en llenar su hormiguero para el crudo invierno. Justo es pues que sus deudos estén hoy forrados y los míos morados. Nunca pueden ser iguales… ante la ley, o ante lo que sea. Al fín y al cabo, mientras él curraba y ahorraba, yo no hacía otra cosa que pagar impuestos como un gilipollas, y encima, intentar vivir como creía que podía vivir para sacar adelante a los míos, y con los míos…

 

            Por eso mismo, él será siempre el gran hombre que fue, y yo soy el tontolhaba que siempre he sido. Porque solo hay que ver lo que ambos dos hemos logrado de la vida con el mismo petate por bolsillo… Y es que no hay color.

           

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php /

         MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día 31: ¿VENGANZA O JUSTICIA?..

Publicado por MIGUEL GALINDO SANCHEZ en 3:46

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