¡OH, MUNDO!..

(de Instagram)

 

Hace mucho, mucho tiempo, me compré una chaqueta, que, al poco de su uso, se empezó a deshilachar por el cuello de la solapa. Así que la llevé al comercio donde la merqué, y me dijeron que lo sentían, pero eso era debido a un mal uso por mi parte, y no por defecto de la prenda: me explicaron que eso lo producía yo por el roce de mi barba (¿?), no por la mala calidad del género. Le inquirí que debían haber especificado que se abstuvieran de adquirirla los barbados, y que me la cambiaran por alguna apta para barbas, pero no me hicieron puñetero caso. Llevé la cosa a la Oficina del Consumidor, pero nada de nada.

Sin embargo, ese caso desencadenó en mi escasa “imaginación” otra posibilidad a lo grande, llevada la comparación a efectos planetarios, o quizá universales, o puede que hasta cósmicos… Supongan ustedes, a mal ejemplo, que a estas alturas del mundo (si medimos los tiempos siderales, en realidad apenas estamos en el extremo en que el ser humano se hizo cargo de él), que ese tal ser humano quiera devolvérselo al fabricante porque le ha salido defectuoso, en pleno período de garantía.

Oye, Dios, que mira la chapuza de mundo que nos has largado, que se le van todas las costuras”… o algo parecido a eso. Y que el Hacedor nos contestara algo así también como “te regalé un traje de buena pana, pero has hecho de él lo que te ha dado la gana”, y que nos señalara la puerta con una especie de recomendación escatológica, como puede ser, siguiendo la cosa en verso: “lo has tratado como un mulo, ahora te lo metes por el…”. Estoy seguro que sabrán todos perfectamente la palabra que corresponde sin yo tener que escribirla, para que luego no me llamen grosero… Y es que yo siempre he creído, no sé por qué, que Dios es un gran repentizador que nos habla en trovo, como el Repuntín.

Tengo un amigo muy amigo que le ha dado por decir que él es un extraterrestre, porque es una persona muy activa y comprometida, pero que se avergüenza de su filiación terrenal, dados los resultados… “Yo estoy censado aquí, pero no soy de aquí”, se excusa y justifica cuando suelta algo que son las verdades del barquero por muy políticamente incorrectas que puedan parecer; que la inmensa mayoría de las veces no es que lo parecen, sino que lo son. Así que se cubre los lomos de recibir desde otro Registro Civil.

Tú deberías hacer lo mismo”, me aconseja con consejo de vieja, y le respondo que, en mi caso, creo no necesitarlo porque capto que cada vez hay más congéneres que me toman directamente por marciano sin yo tener que decirlo… así que, simplemente, en vez de ofenderme, lo que hago es asentir con la cabeza, y ya está. Efectivamente, lleva razón mi colegamigo, y resulta más cómodo y menos embarazoso pasar por lunático antes de por el despeñadero de la Caverna platónica. Y llevo algo de experiencia en ello, y sí, cierto, es preferible…

Por eso cuento lo que cuento y digo lo que digo… y desde cuándo lo estoy diciendo y repitiendo, largo tiempo ha de ello, por cierto. Cuando, digamos el “Proyecto Tierra”, por llamarlo de alguna manera, fue abordado por la inteligencia planetaria delegada al efecto y encargada del caso (lean mi libro Cosmogénesis, que aquí no me cabe) el traje de pana les salió de hechura perfecta a la cofradía de sastres, y, si algo les salió malparido, dados los resultados, fue un género malparado: el humano que había de vestir el traje… De ahí que Dios, como dije al principio, no admita reclamaciones ni devoluciones…

…Salvo, claro, que el verdadero, auténtico y genuino Plan, no fuera hacer al hombre como nos creemos que somos, sino a la carcoma… Que no seamos “los reyes de la Creación”, como nos hemos coronado, sino los destructores de la misma. Veamos: la primera ley de la termodinámica es el movimiento entrópico del universo, en que el ciclo energía-materia-forma-energía es continuo e inapelable. No resulta pues descabellado pensar que el humano haya sido incorporado al invento como agente disolvente más que constituyente.

Y en tal caso, se entendería que seamos el último elemento aparecido como guinda del pastel para, de seguido, empezar a “desmontar” (en apariencia) la composición del escenario donde hemos sido depositados… si no cagados, con perdón. Sea como fuere, en la “experiencia” solo ganamos y/o perdemos nosotros. Nadie más. Al crío al que se le ha regalado un juguete y lo rompe, la mejor enseñanza es que el próximo se lo componga él mismo. No podemos valorar aquello que no hemos sudado. Pues quizá es por eso que…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com