OÍR O ESCUCHAR...?

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¿Es lo mismo oír que escuchar?.. Habrá para todos los gustos, porque esto es algo que creo que no está así, como muy definido. Pero, si me lo permiten los que me leen, yo creo, a mí me parece, yo opino… que no. Que no es igual. Que no es lo mismo escuchar la lluvia que el que oye llover. Yo pienso que oír es un acto involuntario, y escuchar presupone la voluntad de hacerlo. Que una cosa es oír que se habla, por ejemplo, y otra escuchar lo que se dice…

            Lo malo es que ya estamos acostumbrados a que los que viven de comunicar lo que sucede, ni conozcan el lenguaje que utilizan, ni lo respeten, ni sepan usarlo. Entonces se produce en los que leen, u oyen, un proceso de deseducación, de desconocimiento, de desmontaje de la cultura comprensiva, lento, continuado, hasta perder el significado de las palabras. Por ejemplo… el otro día, un locutor de pata negra soltó un consabido “se escuchó una explosión…” en vez del lógico “se oyó una explosión…”, que es lo que en realidad pudo suceder. Pues uno oye una explosión, pero no escucha lo que dice.

            Porque escucharla supondría, quizá, prestar atención a su volumen, su intensidad, su durabilidad, sus características sonoras, la medición de su onda expansiva, y analizarla en todas sus facetas analizables… y oírla es tan solo que percatarse de que ha habido una explosión. Tal, y no otra, es la acusada diferencia entre lo uno y lo otro. Y no es solo entre oír y escuchar, si no entre infinidad de significados que nuestra desidia y pobreza dialéctica y de comunicación está usando y abusando de su ignorancia para convertir los medios en estepas culturales cada vez más amplias. Tan es así, que igual que no distinguimos la diferencia entre oír y escuchar, tampoco lo hacemos entre leer y entender.

            Pensarán los que me siguen que a qué viene el tole-tole de hoy, que se me ha quedado pillada una neurona en el carrusel del pensamiento y no se desengancha por vueltas que dé… Y viene de que lo mismo que hemos perdido el sentido de distinguir entre lo que se dice, se escucha y se comprende, entre lo que leemos o escuchamos en nuestra día a día, lo perdemos también cuando nuestra fauna política abre su insigne bocaza para soltarnos sus panegíricos y/o diatribas de siempre…

            Y pasa que ya los oímos, pero no los escuchamos. Se les presta atención por educación, pero desconectamos por convicción. Porque sabemos que son discursos prototípicos, huecos, vacíos de contenido, hechos de palabras comunes pero no propias, de significado estándar, de hablar mucho para no decir nada… Y aquí la culpa ya es compartida. Nuestra parte de incultura incorporada se une a la suya de demagogia incontrolada. Lo uno lleva a lo otro, y lo otro se alimenta de lo uno.

            Y ocurre también que, en esta situación, gana el político mediocre y medrador. Y gana, porque con un auditorio amuermado, con una ciudadanía espesa y tragadora, nada tiene que decir ni demostrar, y todo sirve porque nada vale. Que deglutimos lo que nos echen en el pesebre, porque ya no reconocemos ni el pienso que comemos, pero no digerimos… Que pienso es una palabra doble, relacionada con la tripa y con el entendimiento. Porque tampoco es lo mismo vivir que existir, y también las confundimos lastimosamente… Ya saben la frase, pienso luego existo, ¿no?.. pues lo mismo, trasiego pienso, luego vivo…

            Así que… ¿pastoreamos o nos informamos?.. Pos tú mismo, acho, tío

           

           

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