OSCURANTISMO
- Por miguel-galindo
- El 10/07/2020
El asesinato de Jeorge Floyd por parte de un policía blanco y el derribo de la estatua de Róbert Michigan por parte de una multitud antiracista, que, aparentemente se justifican como razones opuestas, en realidad pertenecen a la misma violencia intolerante. Ambos actos son fruto de un fanatismo feroz y de un fundamentalismo atroz. Aunque uno fue ejecutado por un racismo asesino y el otro por un antirracismo furibundo. Los dos funcionan por un mismo concepto: el del odio irracional.
Admito que se quiera cambiar el mundo a mejor, pero no que se quiera cambiar la historia, y mucho menos, negarla. De hecho, si borramos la historia dejamos de conocer el mundo, y si desconocemos las causas no mejoraremos sus efectos. Y nos quedaremos en la misma ignorancia violenta que ejercieron los talibanes con las estatuas del Buda de Bamiyan… ¿En qué somos diferentes a ellos?.
R. Michigan fue un prohombre, y fue esclavista, vale… Pero en esa época, la esclavitud estaba extendida, incluso los presidentes Franklin, Jefferson, Washington, tenían esclavos, y hasta la propia Iglesia Católica trajinaba con la esclavitud. ¿Vamos a negarlo todo?, ¿a hacer como que no existió?, ¿vamos a arrasar el Vaticano y todos los vestigios históricos de América y de Europa?.. Los errores hay que reconocerlos, pero no hay que borrarlos, para no olvidarlos. Y se superan teniéndolos presentes. El asesino de Floyd volvería a matarlo aunque él ignorase la historia precedente. De hecho, pienso que es un inculto que la ignora. ¿Dónde está pues la diferencia?..
Con ese mismo pretexto se quieren abatir las estatuas de Colón y la de los colonizadores, y hasta se está empezando a retirar una obra maestra del cine como “Lo que el viento se llevó”, y se persigue una quema de todos los libros, por muy joyas de la literatura que sean, que traten de la época histórica en que se describe una sociedad esclavista… Y eso es, ni más ni menos, que una censura irracional y despótica por las nuevas formas oscurantistas y puritanas de lo “políticamente correcto”. Es la misma ola de fanatismo oscuro que se inauguró con lo de Bernstein y que ha arrasado hasta con los preceptos más sólidos de la propia justicia y sentido de la medida. Exactamente el mismo fenómeno ciego y romo, brutal e irracional, y sin lógica alguna..
Ahora vuelve el iconoclastismo. Pero son con aquellos iconoclastas del concilio niceano, que llegaban a masacrar a hombres, mujeres y niños sin ninguna compasión, solo que aquí, como no disponen del personaje, arremeten contra su obra, y si no la encuentra, materializan su rabia contra sus imágenes, incluso contra el recuerdo de su propia existencia. Pero esto no es, realmente, una iconoclastia pura, si no el resultado accidental de unos motivos destructores.
Yo mismo me considero de ideas iconoclastas. Creo que la sociedad actual actúa en sus funciones y ritos religiosos movidos más por la idolatría a sus representaciones de vírgenes y santos que por el auténtico conocimiento de lo que representa. Estoy convencido de que les quitas las imágenes y les privas de toda motivación festiva y/o de supuesta adoración. Se encuentran perdidos si no tienen el ídolo imaginario de un patrón o patrona al que engalanar y agasajar…
…Pero no se me ocurre destruir el producto de su creencia o ignorancia, por dos razones muy poderosas: porque bien pueden ser auténticas obras de arte en sí mismas y por sí mismas, y hay que protegerlas, y porque son los signos vivos de la historia de una época, y si en su significado de pegote no lo es, lo otro sí que es sagrado, o, al menos, debe serlo.
Lo que se está dando en este vandalismo obtuso y cerril es, simple y llanamente, una guerra abierta contra la cultura y el conocimiento. Son movimientos de oscurantismo medieval. Involucionismo puro. Dura decadencia… Y son fenómenos de masas. Lo que ya no tengo claro es si este fenómeno está alimentado por alguna estrategia oculta, por determinados intereses que impulsan estos movimientos aborregados, o se debe a la simple estupidez humana, por efecto de esa misma decadencia. Eso ya no lo sé…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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