"PÁ" MORIRSE
- Por miguel-galindo
- El 16/03/2017
El otro día se suscitó en una microtertulia lo que cuesta morirse en este país, y el inmenso negocio que suponen las empresas de pompas fúnebres por sus servicios. No es la primera vez, ni será la última tampoco, que este tema sale a colación, incluso en los medios mediáticos, valga la eso… Y es que los precios son tales que, o arreas a tus deudos una puñalada trapera en su economía doméstica “pá los restos”, y nunca mejor dicho, o te encadenas a una más o menos módica aportación mensual desde tu más joven madurez hasta que la parca venga a desahuciarte de tu último traje. En todo y en cualquier caso, una pequeña fortuna. Así que los jóvenes que empiezan y dicen que no les preocupa tal cosa, allá ellos…
…Y a mí se me ocurrió que las cosas no tienen por qué ser como nos hemos empeñado en ver que son. De hecho, no hay peor error en este mundo que convencernos a nosotros mismos de la inmovilidad de esas mismas cosas. Los grandes negocios, como las grandes creencias que consolidan poder y dineros, vienen de eso mismo. De que nos han metido en la cabeza una serie de certezas en las que lo único cierto es su constante mudanza por la naturaleza cambiante de la existencia… no sé si me explico.
Pero, puestos a poner a ejercitar la imaginación, hagamos borrón de lo aprendido, y supongamos que las historias empiezan a desarrollarse de aquestaforma y manera: Nos dan noticia del hospital de que el abuelo está dando las últimasboqueás, y que, de un momento a otro, pueden pasar aviso de que vayamos a retirar el cascarón con certificado médico de despojo ya incorporado. Y resulta que el puñetero viejo no tiene suscrita ninguna póliza con que cubrir el tránsito. Que nosotros sí, pero el jodío no tenía ningún derecho a permitirse esas extravagancias.
Bueno, pues lo primero que se tiene que estar convencido, es que lo de poner en exposición pública la cáscara del finado y someterse a la paliza pesamitoria, ni es necesario, ni obligatorio, ni ná de ná… Es solo uno más de los falsos convencimientos inoculados, pero sin base práctica alguna. Se puede prescindir de ello sin mayor problema. Solo hay que acercarse a Ikea y comprar un ataúd decente, echarlo al maletero del coche, y ya en casa, montarlo con toda tranquilidad y paciencia para cuando venga el huésped a ocuparlo. (*)
Luego ya solo habría que dar aviso a quien corresponda para que los restos del resto tengan acomodo. Con seguridad que los costos, si los hay, serán mucho menos onerosos… Ya sé… Lo de honrar la memoria en forma adecuada y lugar conveniente, para luego, en el tiempo, seguir haciéndolo. Vale. Pero piénsenlo, eso es otro negocio añadido. La memoria se honra en los sentimientos y en los recuerdos, en la parte noble de las personas, no en los mausoleos llenos de flores. Pero, claro, puedo estar equivocado. Lo equivocado y lo acertado lo dictan las costumbres, la tradición, y contra eso… Bueno, pues entonces, tómenlo como una broma.
(*).- Ya sé… en Ikea no venden ataúdes. Pero todo puede andarse. Miren, hace unos 20 años o así, con unos amigos hicimos un viaje a las Alpujarras granadinas. En Pórtugos, había una tienda donde vendían de todo, como un Cortinglés de pueblo, donde había… hasta ataúdes. Si un vecino moría, los deudos se acercaban a la tienda y compraban el “maderman”, y ¡hala! , al hoyo y los demás al boyo… Es rigurosamente cierto.