PACTOS DE ESTADO
- Por miguel-galindo
- El 26/03/2018
No sé si recordarán un programa de LA PINZA del otro día. Fue sobre la necesidad de los Pactos de Estado entre los principales partidos políticos. E invitamos a una diputada regional y a un senador nacional de esos dos partidos principales que hasta ahora han sido: PP y PSOE… Y nada, que no defraudaron, que genio y figura. Que y tú más que yo y yo más que tú. Que parecía mismamente que estábamos en donde los leones de las cortes. Un radioyente me dijo que el programa parecía cualquier telediario…
Y, aunque ambos comenzaron reconociendo que la ciudadanía espera más de su colaboración que de su enfrentamiento en los principales problemas del Estado: financiación, sanidad, educación, agua, pensiones, violencia de género, política autonómica, etc., el programa fue un perfecto “punch” de más de lo mismo… Reproches y no acuerdos, intereses partidistas y nada de interés común, crispación y no colaboración, discusiones y no pactos, partitocracia y no democracia. El espíritu de la Transición al que los contertulios queríamos invocar vagaba como alma en pena por los estudios de la radio. Era más fantasma que espíritu.
Fue tan solo que un reflejo al que apelábamos. Y se daba el de un sistema repetitivo sin ideas, fragmentado, que reduce la política a una lucha por el poder y no a un esfuerzo por servir, y que solo puede disimularse mediante el reconocimiento de unos Pactos de Estado más utópicos que reales, dado que se debaten entre intereses de partidos más enfocados a ellos mismos que al interés general.
Lo cierto es que nos desenvolvemos en la demagogia de un país que duda de su propia identidad global, debilitado y vendido a 17 entidades enanas y taifeñas, pequeños cantones que, tras el eufemístico “nación de naciones” esconde la cobardía, egoísmo y debilidad de unos partidos que no saben enfrentar los problemas de un monstruo que ellos mismos han creado, porque solo saben enfrentarse entre sí.
En un tiempo caracterizado por el acoso de los populismos, de los antisistema y de los nacionalismos, y por la mediocridad de su clase política, se hacen más necesarios que nunca Pactos de Estado fuertes y valientes. Pero la verdad es que en casi medio siglo solo han existido tres auténticos: los que aprobaron la Constitución, los de la Moncloa, y el ingreso en la UE. Lo demás se ha ido resolviendo mal que bien desde una discrepancia más de patio de vecindad que de una democracia avanzada.
Con el fin de hacer frente a este disparate, los gurús de la nueva política, los “semanticadores”, se esfuerzan en introducir un neologismo que convierten los Pactos de Estado, que ya es un concepto que les queda grande por su incapacidad de afrontarlos, en una especie de Pactos de País… Es la evidencia clara que demuestra que el único Pacto de Estado que se precisa es refundar el propio Estado.
Dice Fernando Aramburu (el autor de Patria) desde Alemania, que la visión que tiene Europa de España es la de “un barrio mal avenido, y no la de un país”. Pues no andan muy descaminados. Para muestra, solo un botón: el de este programa de La Pinza, donde ambos alardearon de que estaban consensuando un pacto por la educación, y a los cuatro días del mismo se rompieron las conversaciones. Por ejemplo.