PARADOJAS

En el mundo de las paradojas está la clásica de Teseo, que ya volvió tarumba a Platón, Plutarco, Heráclito, e incluso al más moderno Hobbes… Según la leyenda griega, Teseo volvió a Creta con su grupo de atenienses en un barco de 30 remos, y cuentan que aquella nave duró muuuucho tiempo. Calculen ustedes que Demetrio de Falero, que escribió sobre el prodigio, fue un tipo real que vivió sobre el II A.C., mientras nuestro Teseo fue un mito al que se le atribuye la fundación de la mismísima Atenas… O sea, un porrompompero de tiempo. El truco se ve que estaba, según los pensadores e investigadores, en que los puñeteros griegos aquellos, allí donde se picaba un tablón, ahí mismo que lo cambiaban por uno nuevo… Claro, tabla a tabla, palo a palo, listón a listón, podían reponer todo el maderamen del barco, “ad eternum”… Y aquí es donde salta y donde nos salta la paradoja: que entonces ya no sería el mismo barco. Ya no sería el tan celebrado barco de Teseo aquel, el original, el auténtico, sino que sería una copia… fiel, pero copia al fin y al cabo, del mismo, un duplicado, y, con el tiempo, un bis de un bis de un bis… Queda su forma, su estructura, su diseño, sí, vale, pero ya no ES el barco del jodido Teseo, sino un barco COMO el de Teseo. No es igual, no, no es lo mismo…

Pero es que, si se fijan, si piensan las cosas bien pensadas, eso mismo ocurre con nuestro propio cuerpo, con nuestro propio barco, con nosotros mismos: que los átomos y células de nuestro organismo, las que conforman todas nuestras tablas y tejidos, los cambiamos periódicamente cada cierto y corto espacio de tiempo. Conforme se van gastando y jorobando, la naturaleza (los marinos de Teseo) se encargan de reponer los tablones de nuestra estructura… Lo que pasa es que, animales al fin que somos, no nos identificamos a nosotros mismos por nuestros materiales, si no por nuestra forma, pero la información – genética – que nos diseña desde el principio sigue siendo la misma. No somos cabras, si no humanos, por muy cabrito que se sea…

Lo que pasa con nosotros es que el hipocampo, que genera nuevas neuronas y demás, también va tirando a viejo. Y llega un momento en que el “autoreciclaje” deja de ser satisfactorio, y es cuando el barco de Teseo se va a pique… Dicho de otra forma: nuestra máquina de hacer listones se vá jodiendo, y los nautas no hemos aprendido aún a fabricar listones por nosotros mismos. Y el que fabricó la máquina, no nos dio el libro de instrucciones… Pero todo se andará, no se preocupen que llegará un día…

Mas todo esto no es nada nuevo. En realidad es más vejo y antíguo que el propio barco de Teseo, o que el que inventó al propio Teseo… Se llama entropía, y el mundo entero, todo el universo creado y por crear, funciona por movimiento entrópico, esto es: todo lo que nace, ha de morir, todo lo que tiene un principio, ha de tener su final, eso sí, vuelve a nacer con otra forma, distinta manera, nuevas características, desde la energía que liberó al desaparecer. O sea, que todo se renueva constantemente… Einstein diría que son las continuas bodas de la masa (materia) y la energía. Y así será hasta que la máquina de hacer tablones disponga que así sea…

¿Estás hablando de la resurrección, joío?, me dirán… No. Hablo de la renovación, de la transformación material, fórmica, estructural, pero de la consciencia, me lo reservo. Uno tiene conciencia de sí mismo aquí y ahora, y más que de QUIÉN es, su conciencia es de QUÉ es… Y es, precisamente, ese QUË lo que se va a hacer leches, “de polvo vienes, puñetero…”; pero el QUIÉN no es material, por lo que esa consciencia no se ajusta a las mismas leyes de la naturaleza entrópica. No es tablón alguno del barco de Teseo… “Yo soy EL que soy”, no “yo soy LO que soy”, le fue dicho al Moisés aquél… Hay una diferencia. …

Y no cruzaré una línea que, esa sí, de momento sobrepasa el límite de la Ciencia pura y dura, de todo lo demostrable… Aunque uno suponga, con mayor o menor acierto, con más lógica que fé, dentro de un sentido común, que, aun siendo el menos común de los sentidos, porque aquí cada cual tiene el suyo, al menos tiene cierta lógica… No me digan que no.

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