PIENSO, LUEGO...
- Por miguel-galindo
- El 27/04/2016
El otro día apareció, por un cajón olvidada, una foto. Año 1.970, con un servidor recién casado, Centenario del Nacimiento del Trovero Gregorio Madrid, según rezan las grandes letras del cartel al fondo del escenario, sobre cortinas oscuras. Una reina, unas damas, con atavío costumbrista, unos maceros al más puro estilo de época, y un alcalde de Torre-Pacheco, Pedro Roca, estrechándome la mano al entregarme un premio concedido en aquellas lejanas Justas Literarias, como así se llamaban entonces…
Cuarenta y seis años escribiendo… desde esa fecha… incluso desde más atrás en otros juegos florales en Los Alcázares, donde me parieron… ¡Dios mío, más de medio siglo emborronando papel!, arrimando una letra tras otra y palabra tras palabra, amontonando ideas, opiniones, o simples historias. Y desde entonces no he parado, joer… Más de cincuenta años lanzando cosas al aire, publicándose aquí o acullá, sin saber si valen algo, o de algo, o para algo…
Para los demás, no lo sé, ni creo que llegaré a saber lo nunca, salvo los ecos y retazos semanales de los que se asoman a mi programa de radio de los viernes, jamás podré saberlo… Pero para mí sí, desde luego. A mí sí me ha servido. Ha sido como el diván del psiquiatra o como el confesionario del cura, como mi agujero en el muro de las lamentaciones, al que acudo cada día a vaciarme, solo que en vez de taparlas con una piedra, tiro la piedra al aire, como el que tira la copa en un brindis al mundo, tras haber bebido de ella, o como el ramo que arroja la novia para quién lo recoja lo haga suyo, o lo comparta con alguien, o lo tire a la basura
Dice Julián Marías que el escritor compulsivo, él se siente así, y yo creo que lo soy un poco, lo es porque se siente solo y tiene la necesidad de comunicar lo que nadie quiere compartir con él, y entonces se inventa la posibilidad de sus hipotéticos lectores. Seguidores más o menos fantasmas, quizá, que aportan la ilusión con que llenar su propio déficit de atención, su propia soledad. Y lo compara con el mensaje en la botella de un náufrago…
Y quizá no ande muy descaminado en su apreciación. Cuando cae en las manos de uno una fotografía que había sido olvidada, porque, no me engaño, corresponde también a un gajo de vida igual de olvidado, y encima nos está diciendo, gritando, que no será tan importante cuando se olvidó, aunque se refiera a lo mismo que uno ha venido haciendo, incidiendo y repitiendo durante toda la estúpida vida, resulta inevitable que me muerda el vacío de la existencia, aunque duela el jodío mordisco…
…Bueno, ¿y quién valora esto?.. ¿y qué importa que así sea?.. En el fondo, las razones son lo de menos. Yo seguiré dando vueltas a esta noria, y continuaré escribiendo, mientras sienta la necesidad y pueda satisfacerla. Mientras siga activo el veneno. Mientras el querer y el poder puedan seguir caminando cogidos de la mano… Que cuando así ya no sea, pues nada, todo quedará en un sueño, en un recuerdo, pero en un recuerdo de poca cuerda…