POCO A POCO...

 Resultado de imagen de la fiesta de los toros

Parece ser que en Illes Balears… ya saben, Mallorca y todas las demás, pues que han iniciado los trámites para prohibir, también en esa comunidad autónoma, las corridas de toros. La diferencia con Catalunya, yo estimo significativa tal diferencia, es que los catalanes lo hicieron como una especie de venganza, un ordeno y mando, una medida más acorde con una dictadura que con una democracia, y en las Baleares lo han consultado con el pueblo llano. Y solo cuando la mayoría de municipios significativos se han manifestado por la abolición, han comenzado a dar los pasos legales y constitucionales para ello.

                Lo veo muy bien. Y sobre todo, correcto, como se deben hacer las cosas. Porque este problema se ha polarizado – yo creo que interesadamente polarizado, o politizado – de forma indebida. Aquí aparecen los llamados animalistas, que defienden los derechos de los animales, si bien los que se manifiestan en las redes a la muerte de un torero, por ejemplo, parecen más animales que animalistas, y se asemejan mucho a los burros contrarios, y luego están los que se autodenominan a sí mismos “defensores de la tradición”, que tachan hasta de antiespañoles y antipatriotas a los que combaten cualquier festejo sangriento y violento. Cuando tampoco es así. Yo me declaro “anti” y me considero muy de aquí, y lo que haga falta, a la vez, eso también, que condeno sin matices ni paliativos a los, tan salvajes como los otros, que brindan sobre los cadáveres de los mataores… Ustedes, ya me entienden.

                Por eso veo con satisfacción esas noticias que, poco a poco, lenta pero gradualmente, van anunciando en los medios de comunicación que en este pueblo, o en aquel otro, los ciudadanos han sacado las urnas a la calle, y, en una mayoría, han decidido eliminar de sus fiestas aquel acto inhumano, de salvajismo ilustrado, que manchaba de sangre su tradición. Y lo aplaudo. Y me gusta por el único par de motivos que en realidad me importan: porque la gente de este país se va civilizando, aún lentamente, y porque su diversidad de opinión y parecer lo dirimen como dicta la democracia: votando. Es tan necio prohibir lo que la gente quiere, por espantoso que sea al buen gusto, como imponerlo cuando la mayoría no lo desea…

                Yo tengo derecho, y puedo considerarme tan digno como el que más, ante el hecho de no considerar “mi” fiesta a lo que se ha dado en llamar “la” fiesta, si está basada en el sufrimiento y muerte de un animal, sin necesidad de ser tachado de anti-nada ni contra-nada. Lo único que pido es que, al igual que admito la sacrosanta corrida porque la mayoría de mis compatriotas así lo quiere, también ellos respeten la misma decisión cuando esa misma mayoría derive en la opción contraria.

                Ya digo, tan solo es una cuestión de dignidad, nada más… Las fiestas basadas en una cultura de la barbarie que reclama derramamiento de sangre, violencia, tortura y muerte, no son deseables, pero han de ser admitidas y soportadas mientras la mayoría lo deseen, aunque no se justifiquen por sí mismas… Pero cuando se empieza a volver la tortilla… entonces, amigo mío…  Pues que a eso mismo voy.