PODER Y ÉPICA

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Escribo esto un día antes de la fecha de la investidura con, o sin, ya veremos… investido. Cuando publique esto ya se sabrá si: 1) Puigdemont ha tomado posesión por el sistema Oui-Ja, y está anulada por no válida.- 2) Puigdemont ha entrado a España tiñéndose su melenaje de rubio modelo Carrillo en la Transición, o tipo Trump en la actualidad, y entonces sería detenido una vez descubierto en carnavales, y enchironado.- o 3) una vez que el Constitucional español le haya quitado a los “indepes” el piojo puigdemonita de encima (mayor favor, imposible) tener las manos libres para nombrar a otro, u otra, caparra no encausado y limpio de culpa. Aún nada de ello ocurre

            Pero, al final, antes o después, la dialéctica de los independentistas se debate entre dos grandes cuestiones: la épica y el poder. Irremediablemente. Inevitablemente. Y ese par de cuestiones, de conceptos, que hasta ahora han ido compaginando más o menos cómodamente con la ayuda, bendiciones y oremus de sus obisperío católico (también vale avisperío), está llegando el tiempo que amenaza con desgarrar la muy “heróica” causa del separatismo, que, al fin y al cabo – de tanta referencia a Franco – es un caudillismo que usa la misma estrategia y casi que la misma simbología. Y, al igual que ellos, se debate entre el poder y la épica.

            La épica, ya se sabe, es la gloriosa causa, la sagrada lucha contra el estado opresor, la defensa hasta las últimas consecuencias, de los derechos históricos (aún falseados), de la democracia (aún pervertida), de la sacrosanta libertad de los pueblos (menos la de los suyos), y toda esa parafernalia de manual que suele emplearse cuando una sociedad cree y quiere estar por encima de las demás, y que se apela – véase el modelo vasco – hasta al supremacismo racial si preciso fuera, pero, eso sí, desde un estatus de superioridad mezclado con cínico victimismo.

            Y el poder, ya se sabe también, significa ocupar poltronas por cualquier medio y a cualquier precio, colocar a los colegas y conmilitones, dar sueldo a los fugitivos de la banda, comprar voluntades como sea, y vender derechos al mejor postor que los pague. Es contentar y engañar a los liadores y/o acreedores inter-nazionales, con zeta, seducir a los escépticos a base de regalías, subvencionar a los medios de información propios y amigos de poner platillo, mantener a la disidencia en posición de firmes… El copypega de la etiqueta vasca de los años de la indignidad.

            Ambos sellos los hemos visto impostados en los sobres con su membresía durante todo el tiempo que han obtenido mando absoluto sobre su autonomía, en que han desmontado y ocupado las instituciones, influencia y presencia del Estado, para entronizar las de su “nasió” con el fariseísmo de sus embustes. No es nada nuevo, y están más que vistos y sobadas sus mentiras. Lo que pasa es que hay un tiempo antes y después del 1.O y del 155 y sus consecuencias. Y lo que antes era invisible y artero, hoy es visible y certero. Y se ha mostrado y demostrado más previsible que la mierda en el gallinero.

            Hace un tiempo, en mi programa de radio, un participante habitual hablaba de Cataluña como de un pueblo culto e inteligente, pero se ha demostrado que lo que han hecho no es de gente culta, y mucho menos de personas inteligentes. Solo un pueblo adocenado se busca la ruina que se ha buscado. Ruina social, política y económica. Y nadie ha impuesto lo que solo ellos han elegido, y de modo tan empecinao, bacalao…