POLÍTICOS O DEMONIOS
- Por miguel-galindo
- El 15/07/2020
Hace semanas, en un reportaje que apareció en El País, se dio a conocer un relato espeluznante, por las declaraciones de un empresario de ambulancias contratadas por la Comunidad de Madrid en pleno desastre coronavírico, para prestar servicio en las residencias de ancianos de la capital, y a fin de gestionar el desborde a que la administración se vio sometida, por culpa de su política chanchullera de privatización de servicios públicos sanitarios, que solo sirvió para esquilmar esos mismos medios y enriquecerse en el amiguismo y su participación empresarial de cazo y morral. La misma autoridad había nombrado (vía dedo, claro) a una persona carente de experiencia y conocimiento en tales emergencias.
Lo bautizó como “Operación Bicho”, apelativo despectivo y despreciable para con sus víctimas en esta tragedia, y por cuyo único detalle es suficiente como para haberlo puesto de patas en la calle. Este es el nivel de educación, sensibilidad e inteligencia de los contratados, y ese mismo detalle delata el de los contratantes… Si bien, lo sorprendente es la ausencia de reacción judicial ante las escenas que cuenta el “encargado” de la supuesta medicalización en las residencias de ancianos, donde, asegura, ponía una pegatina negra en las puertas de los internos moribundos a los que, ante la escasez de paliativos y sedantes, no le suministraban ni el mínimo para poder morir sin dolor ni sufrimiento añadido a su más completa soledad.
Muchos de ellos, cuenta impertérrito, ni siquiera morían por coronavirus, y, siempre según su versión, “fueron pasto de muerte por el abandono de sus tratamientos”. Agonizaban solos en sus habitaciones, en las que, “días después, ya cadáveres, seguían allí, abandonados, sin que nadie se preocupara de su refrigeración o traslado”. La falta de personal llegó al extremo de que, en una de las residencias, “…el único trabajador que quedaba, le entregó la llave al enviado de emergencias, y se marchó a su casa”. Todo esto ha permanecido oculto, sin ser investigado, aún suponiendo que vemos delitos de abandono y muerte por dejación. No ha habido – hasta que esto escribo – detenciones de responsables por inacción criminal, ni nada…
La falta de recursos, la imprevisión, el abandono, y el colapso ya se conocía de antemano, pues eso es lo que se ha votado en urna allí donde tales desmanes ya estaban ocurriendo y los trabajadores públicos de la sanidad lo estaban denunciando largo tiempo, manifestándose por las calles, y contando y cantando el despojo al que estaba siendo sometida esa misma sanidad pública. Durante décadas se han favorecido a empresas de capital-riesgo y sectores ajenos al sanitario, que se han repartido impunemente los recursos para la salud y la gerencia geriátrica.
El resultado de todo ello es lo que el elemento con el que abro esta reseña de hoy, relataba con toda la ignorancia, impunidad e incompetencia del mundo, y que pone un escalofrío en las conciencias (si aún la conservamos) de toda la ciudadanía… Porque, esto que se ha sabido que ha ocurrido en Madrid, no existe la más mínima garantía que no haya pasado también, en mayor o menor grado, en el resto de comunidades autónomas. Solo se va a saber lo que la mierda desborde por los respiraderos, como es este caso. El resto se va a silenciar y tapar cuanto se pueda, ténganlo por seguro. Es demasiada vergüenza para tan poca dignidad.
… Así que yo creía que el infierno no existía. Que era un invento tridentino para cargar los miedos y aliviar las bolsas de los contribuyentes creyentes. Pero veo claro que existe el infierno. Lo que pasa es que los purpúreos equivocaron el lugar a propósito. No está en la otra vida (dos infiernos ya sería demasiado) ni más allá de ninguna muerte. Gracias a Dios no es un infierno eterno, como asegura el cerrilismo religioso, si no que dura mientras la impiedad y la avaricia de los hombres se ceben con los más débiles, inermes y humildes de sus semejantes… Pero, eso sí, es un infierno auténtico, real, formal y cabal. En este caso, no es que todos los demonios sean políticos, pero todos sus políticos sí que han sido sus demonios…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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